En una sociedad "narcotizada" como es en la que nos encontramos, hipnotizada por cantos de sirena, donde se nos presentan como verdades, simples visiones subjetivas interesadas de la misma, existen datos que, pese a ser oficiales y públicos, pasan invadvertidos para la gran mayoría.
No importa la gravedad de lo que subyace bajo el dato frío estadístico; nos "pilla" lejos y, por lo tanto, no nos interesa.
"Un total de 580 trabajadores murieron en accidente laboral entre enero y junio" en España. Es la consecuencia de 888.837 accidentes laborales.
Es evidente que algo falla (comparándolo con los datos de otros países de nuestro entorno las tasas son aquí muy superiores). ¿O el aparato administrativo que controla la vida laboral es inapropiado o, por el contrario, pese a ser suficiente, lo deficiente es su aplicación?
Según parece tenemos una ley de prevención de riesgos laborales de las más avanzadas de Europa, unos delegados que la aplican, una altamente cualificada inspección de trabajo y la constante actualización del control desde las directivas comunitarias. ¿Qué ocurre entonces?
No es por casualidad que la actividad que, constantemente, registra los peores datos por lo que se refiere a la mortalidad sea la construcción.
El que ha sido uno de los motores del crecimiento económico registrado en nuestro país en los últimos años se ha hecho en beneficio de unos pocos, muy pocos; a costa del bolsillo del español medio que ha tenido que hipotecarse hasta las cejas para adquirir, en el mejor de los casos, una vivienda; y, con la colaboración, "inestimable", de la carne de cañón que suponen miles de trabajadores, en un tanto por ciento importante venidos de la emigración, con sueldos escasos y condiciones laborales límite.
¿De qué sirve la igualdad ante la ley si, después, existen ciudadanos cuyas condiciones laborales, literalmente, les pueden costar la vida?
La "cultura del pelotazo", del enriquecimiento de uno a costa de muchos, debería empezar a hacernos reflexionar. ¿La figura de un promotor inmobiliario que se mueve en "Mercedes" por las obras que controla refleja el éxito del sistema, o, por en contrario, el fracaso del mismo?
La caída del muro y la desmembración del mundo comunista no deben suponer la falta de autocrítica hacia el mundo capitalista en el que nos movemos. Para los que creemos que todos los hombres son iguales en derechos y obligaciones, no cabe admitir la injusticia sistemáticamente, y, menos, la muerte de trabajadores, sin más. En este contexto la izquierda progresista es más necesaria que nunca y tiene que ser la avanzadilla.
Antonio F. Ordoñez (20.08.2007)
antonioordonez@alternativaciudadana.es
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