Presentación en Madrid del nuevo partido «Unión, Progreso y Democracia»

Logotipo (UPyD)La reacción de antiguos militantes y simpatizantes de PSOE e IU ante el escoramiento de estas dos formaciones hacia posiciones comunes con los partidos separatistas de las regiones de Cataluña, Vascongadas y Galicia, se ha sustanciado en una formación política nueva que, desde coordenadas, a veces confusas o incluso metafísicas, no obstante, defiende a la Nación Española, puesta en cuestión, paradójicamente, por quienes gobiernan España.

El teatro Alcalá, con un aforo de 800 personas, se quedó pequeño para el millar de personas que asistieron; un público variopinto en el que destacaban los adultos jóvenes, de treinta a cuarenta años.

El acto se abrió con un video en el que se presentaban los candidatos mediante una sucesión de fotos con sus nombres, de carácter familiar y «entrañable», como queriendo subrayar la condición de «ciudadanos de a pie» -por contraste con los políticos profesionales-, mientras sonaba una música estilo canción hippy años 70, que parecía cantada por Bob Dylan y con -según nos pudo aclarar nuestra compañera de palco, quien la cantaba en inglés con entusiasmo- letra de Joan Baez.

Habló en primer lugar el escritor Fernando Savater; tuvo una intervención breve: su mensaje fue el de que el partido ofrecía un discurso de Ideas, aunque no dijo cuáles, y que UPD no quería «caer bien a la gente», sino serles útiles. Que no buscaban el voto sino el ofrecer soluciones para los problemas de los ciudadanos.

Después Manuel Hernández, candidato por Murcia y profesor de filosofía, como Savater, dijo que UPD es el partido de los que estaban hartos de los particularismos territoriales, del sectarismo de los partidos, de la confusión entre el progresismo y los «progres», a quienes llamó «reaccionarios, y de la derecha profundamente conservadora».

A continuación, Ángeles Rodríguez Mariño, candidata por Orense, dijo que al hartazgo del que había hablado su anterior compañero se sumaban dos sentimientos más: el del miedo, por el enfrentamiento entre españoles que se había fomentado, en esta legislatura, a causa de la Ley de la memoria histórica -como ejemplo ha leído un texto, muy oportuno, de un fulano que escribió «Si tuviera que escoger entre salvar la vida de un animal o de un ser humano, empezaría por el segundo. Únicamente tendría dudas en alterar el orden prioritario si el ser humano fuera Boadella.» (Remigio Casas, El Periódico de Catalunya.)- y por último, el de la esperanza, después de conocer el partido de Rosa Díez.

Álvaro Pombo, breve, exclamó: «¡Esto es admirable!», y calificó este partido de «movimiento nacional», pero no como aquel que conocíamos ya, el de Franco, sino el de la gente que desde distintas ideologías, «sensibilidades» … defendía la «sociedad libre», etc,.

Susana Bernuy, candidata por Barcelona, decía ser una «persona anónima» que, no sintiéndose representada por ningún partido, decidió que habría que crearlo.

Por último, el encargado de presentar al verdadero primer motor y figura destacada del partido, Rosa Díez, afirmó que UPD tenía un «compromiso vital humanista».

Tras una larga serie de citas, más pedantes que otra cosa, del presentador, tomó la palabra la candidata a diputada por Madrid, ex-eurodiputada del PSOE, Rosa Díez, quien demostró estar mucho más centrada en la cuestión que quienes le antecedieron.

Díez afirmó que su partido nace «de un supuesto revolucionario: los ciudadanos tienen poder para cambiar la política». Arguyó, con Ideas que recordaban al Kant de Qué es la ilustración; decía : «Mucha gente que se atrevió a ser un ciudadano adulto, lo hizo, es el paso adelante que hay que dar y que tanta gente, más de 4000 afiliados, lo ha dado ya.»

El momento fuerte vino cuando dijo con voz muy alta: «Somos españoles sin complejos, Y creemos en la defensa de España como único espacio en el que se puede defender la libertad y la igualdad de los ciudadanos. No defendemos el sentimiento, lo del sentimiento de España nos parece secundario, porque no somos nacionalistas». Después siguió: «Estamos aquí para defender lo obvio, un partido nacional, comprometido con toda España; un partido necesario, en esta legislatura en la que se han roto todos los consensos que había para superar las siglas de los partidos: no hay consenso nacional en nada, ni contra el terrorismo, ni en educación, ni en sanidad, etc. ni en política exterior», (porque, irónica, afirmó: «Bueno, es que no hay política exterior»).

Rosa Díez explicó la necesidad de que un partido como el suyo sea alternativa en futuras alianzas post-electorales: «Si no hay en el parlamento español quien defienda lo que nos une, mandarán los nacionalistas, por eso somos necesarios».

También se mostró favorable a una reforma constitucional del mismo sentido que la sugerida, no hace mucho, por algunas asociaciones cívicas como DENAES (para la defensa de la Nación Española) o el Foro de Ermua: «Además somos constitucionalistas. Pero para garantizar la igualdad entre españoles hay que reformar la Constitución. Lo primero la equidad fiscal. No puede haber privilegios en virtud de “derechos históricos,” hay que eliminar el cupo vasco y el concierto navarro». También habló de la necesidad de reformar de la Constitución el sistema de elección de los jueces del Tribunal Constitucional, actualmente delegados de los partidos políticos.

Y lo que más aplausos recibió fue su propuesta de devolver las competencias al estado en la Educación para preservar, entre otras cosas, la lengua común, y al tiempo universal, de todos los españoles: «El español no es una lengua más. Es la que nos permite participar en las cosas que son de todos. Y en muchas comunidades no es una lengua más, es una lengua menos». Y preguntó: «¿Cómo es posible que en un país los niños no se eduquen en su lengua que es la lengua de 450 millones de personas en el mundo? (…) Y quienes salen más perjudicados por ellos son los débiles; la necesidad de que la competencia en la Educación sea del Estado es la principal política de igualdad.»

En este sentido, reiteró: «No queremos normalización, ni política, ni lingüística, queremos una sociedad normal, que es aquella en la que se educa en la lengua que ofrece la mayor competencia a sus hablantes». Para ello dijo que es necesario cambiar también el artículo de la CE que dice que hay que proteger a las lenguas vernáculas.

Rosa Díez se refirió, por último, a una España alternativa al mito de las dos Españas irreconciliables: «Representamos a la 3ª España, la de la transición, pero también la de hace 70 años, que no acabó bien, pero que tenía razón, la España de quienes estaban en contra de la violencia extrema, la de Marañón y la de Besteiro». Terminó con el recuerdo de los liberales españoles diciendo que, como ocurriera en la Guerra de la independencia, este partido era «un movimiento de abajo a arriba; que empieza en esta legislatura con el aniversario de 1808, cuando el pueblo español humilde se levanta contra los franceses, y se cierra con el aniversario de 1812, la constitución de Cádiz, en la que creyeron unos pocos políticos valientes, a quienes no importó que nadie les apoyara en un principio».

«Hace tres meses nadie pensaba que ibamos a conseguir candidaturas en toda España, ahora decimos, vamos a tener grupo parlamentario», concluyó.

Comienza, pues, la andadura electoral de un nuevo partido que, a pesar del riesgo inherente a la ideología del fundamentalismo democrático y del humanismo metafísico, del que han hecho gala algunos de sus destacados ideólogos, parece asumir con claridad la necesaria defensa de la Patria en su realpolitik.

Deseamos buena suerte a esta formación política, floración de una izquierda española liberada de los complejos y las servidumbres que la nefasta ideología separatista ha instalado en PSOE e IU y también en algún sector del PP.

El Revolucionario (17.01.2008)

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