Resulta cuando menos escandaloso, por no decir indignante, que en plena sequía, con las reservas de los pantanos al mínimo y con la fase dos de alerta decretada, se pierdan más de once millones de litros de agua cada día por un escape en la red de suministro del Ter a Barcelona, en concreto en el llamado acueducto de Cardedeu-Trinitat. Pero lo más grave es que hace varios años que se sabe que esas fugas de agua existen y que aún no hayan sido reparadas, sobre todo en unos momentos de falta grave de agua, que ha obligado a la Generalitat a prohibir el riego de jardines, el llenado de piscinas y el lavado de coches con agua potable.
Las fugas en el acueducto Cardedeu-Trinitat han puesto de actualidad el grave problema del despilfarro de agua en la red de suministro. La red regional de abastecimiento de agua – es decir, las grandes arterias que llevan el caudal desde los embalses del Ter y el Llobregat hasta los depósitos municipales- se calcula que sufre diariamente fugas y pérdidas de caudales de un 4% de sus recursos hídricos, lo que equivale al consumo doméstico de más de 155.000 personas. En la red municipal de Catalunya la situación es peor, ya que se estima que como mínimo se pierde justamente el doble: el 8% del agua que circula por ella.
Es incomprensible que, en una situación de emergencia como la actual, en lugar de presionar a los ciudadanos, la Conselleria de Medi Ambient no haya intensificado al máximo las medidas para reducir las pérdidas de agua en la red de suministro, que constituyen uno de los principales focos de despilfarro.
¿Con qué fuerza moral pueden la Generalitat y los ayuntamientos pedir a los ciudadanos que ahorren agua, y amenazarlos además con multas si riegan su jardín o lavan su coche, si no son capaces de garantizar que las instalaciones públicas de suministro estén en buen estado? Igualmente prioritario debe ser efectuar una revisión completa de la red y reformar la ley para establecer los mecanismos adecuados de control y de sanción sobre los responsables de la gestión de las redes de suministro de agua que registren fugas graves.
La imprevisión en la lucha contra el despilfarro de agua en la red de suministro conecta con la imprevisión histórica que acumulan las administraciones catalanas en la adopción de medidas estructurales para hacer frente a las graves sequías cíclicas que sufre Catalunya. En este sentido no se entiende, por ejemplo, que la Conselleria de Medi Ambient espere hasta el último momento para transportar agua en barco cuando es evidente que ahora el agua ya es insuficiente, como demuestra la entrada en vigor de la fase dos de alerta. La administración pública catalana acumula ya demasiados fallos de imprevisión como para sumar más en una cuestión tan grave como la falta de agua.
La Vanguardia-Editorial (29.02.2008)