Sobre hegemonía

La libertad guiando al pueblo (de E. Delacroix)Aunque en las pasadas elecciones generales el PSOE creció en 40.000 votos, lo cierto es que, en conjunto, la izquierda nominal sufrió la pérdida de 700.000 votos en relación a los pasados comicios, con una caída especialmente importante de Izquierda Unida. Sobre la debacle de esta última y sus causas se ha escrito ya mucho –y sin duda se seguirá escribiendo–, y casi todos los analistas coinciden en subrayar la ley electoral, la pérdida de credibilidad, las peleas internas o la subalternidad al PSOE como las principales causas del retroceso. Razones de peso, sobre todo si las consideramos en el corto plazo. Pero hay razones de mucho mayor calado que responden a tendencias de fondo y que se manifiestan de forma lenta pero imparable. En un reciente artículo que ha circulado profusamente Juan-Ramón Capella se preguntaba por qué una cantidad muy importante –y creciente– de trabajadores vota al Partido Popular. Una buena pregunta, que no encuentra quien la responda desde las formaciones políticas de la izquierda, entre ellas y de forma singular Izquierda Unida. Quizá por el miedo que da intentar responderla.

Más allá de las posibles respuestas a la pregunta de Capella –o tal vez no tan más allá– el asunto de fondo, como ha denunciado hace mucho otro mientrastantista notorio, Francisco Fernández Buey, estriba en constatar cómo la derecha ha obtenido en España –y en todo Occidente– una incontestable hegemonía cultural, cómo la ha conseguido, y cómo podría contrarrestarse.

No insistiré aquí en cómo las think tank del neoliberalismo han estado trabajando en ello sin oposición desde hace décadas, me limitaré a señalar algunos de los mecanismos empleados y su utilización en España.

Para empezar, la educación. Una educación en secundaria diseñada por pedagogos supuestamente “progres” que han combatido, tal vez sin ser conscientes de ello, la idea de la escuela como lugar de formación de personas autónomas, libres, críticas, capaces de pensar por sí mismas, ciudadanos. En términos generales, la escuela, y a pesar del buen trabajo de muchos profesores (a los que se les han arrebatado instrumentos necesarios) es un lugar marcado por el fracaso escolar, por el desánimo y la resignación. Y, obviamente, cuando ese material humano llega a la Universidad, da de sí lo que puede dar, con un lamento permanente del profesorado universitario sobre el nivel con el que llega la gente. Añádanse a esto los continuos procesos de privatización, enmascarados de una forma u otra, la falta de recursos en la enseñanza pública, Universidad incluida, la hegemonía en la enseñanza privada de los centros de la iglesia (que ya se ve cómo reaccionan ante una asignatura tan light como Educación para la ciudadanía), y estaremos ante un panorama completo de cómo construir una educación destinada de principio a fin a satisfacer las necesidades de las empresas y no a formar ciudadanía, y si para eso hay que alienar al personal, pues se le aliena.

Resulta asombroso que la degradación de la formación de las nuevas generaciones haya podido llevarse a cabo durante décadas sin que la izquierda realmente existente haya dicho ni pío ante tanto desmán educativo.
 El limitado espacio de esta sección no permite profundizar en el asunto, pero antes de acabarla quiero referirme a dos aspectos que tampoco ha sido capaz de abordar esa izquierda realmente existente, y que si seguimos así bien pronto dejará de existir: la publicidad y los medios de comunicación.

En cuanto a la publicidad, es incomprensible que la izquierda no haya puesto la voz en grito protestando por un uso (y un abuso) degradante de la misma, empujándonos desde niños a adquirir por encima de cualquier otra consideración la cualidad de consumidores. ¿Por qué permitimos que haya publicidad destinada a los niños, formándolos ya desde la infancia como ardientes consumidores? ¿Por qué se acepta como si tal cosa una publicidad que atenta constantemente contra la dignidad de la mujer? (Para compensar, ahora también hay publicidad con hombres-objeto, vaya por dios). ¿Por qué la izquierda parlamentaria ha aceptado que la publicidad sea casi siempre engañosa?

Y sobre los medios… es verdad que se ha abierto una pequeña brecha con la irrupción de los medios alternativos, pero la manipulación que se ejerce cotidianamente desde los principales medios televisivos, radiofónicos y periodísticos es de escándalo. Seguramente es inevitable, pero ¿no podría haber impulsado la izquierda medios más decentes cuando tuvo la oportunidad de hacerlo? Incluso ahora, con todas sus limitaciones, ¿no debería tener una política al respecto? En fin, para qué seguir. Hay algo que esa izquierda realmente existente ha olvidado, o no quiso saber, o nunca supo: pensar para el día a día sólo sirve de momento, pero la batalla se perderá con seguridad y definitivamente a medio plazo si no se intenta recuperar la hegemonía cultural, aunque en un momento determinado pueda parecer otra cosa. Y eso, recuperar la hegemonía, no se hace en cuatro días, y no sirve para ganar (o perder menos) en las próximas elecciones. Es un camino largo y difícil. Pero al final tal vez haya un poco de luz. A ver si alguien se entera.

Miguel Riera Montesinos
El Viejo Topo 244, Mayo 2008

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