Salvador Allende cumplió 100 años y recibió un regalo espectacular: Fidel Castro confesó que fue falsa su versión de 1973 sobre la muerte del líder chileno. No lo dijo así de claro, pero, entre que lo engañaron las "cosas fabulosas" contadas por los supervivientes y que no hay contradicción entre las distintas maneras de cumplir el deber revolucionario…, resulta que rectificó. Y asumió que los suicidios no siempre son una mariconada revolucionaria, como él mismo había predicado. Con esto – mérito póstumo de Allende- se salió de la descripción que le hizo su amigo García Márquez: "Fidel es el peor perdedor que he conocido".
Visto el centenario desde Chile, demasiado demoró el país oficial en aceptar la diferencia abismal entre Allende, héroe civil, y Pinochet, dictador oprobioso. Puede decirse que los abundantes reconocimientos que hoy recibe el primero son el correlato de la lenta sepultación, en vida, que sufrió el segundo. También se deben a los testimonios de dignidad de su viuda, Tencha, y sus hijas, Isabel y Carmen Paz.
Como está bien lo que bien acaba, propios y extraños, civiles y militares, hoy asumen dos realidades: Allende es el chileno más positivamente universal – por encima del mismísimo Neruda- y su muerte es un ejemplo duro para los políticos vigentes. Esto último se vio, con claridad, en el homenaje público que le rindieron los partidos de la Concertación gobernante y el extrasistema PC. Notablemente, el único orador escuchado fue el jefe comunista. Los demás fueron abucheados, especialmente por los jóvenes, sin exceptuar al presidente del Partido Socialista, al que pertenecía Allende. El mensaje, tras esa intolerancia, es que el desencanto de los jóvenes con la política tiene que ver con el contraste de paradigmas. Por una parte, ven a un presidente que cumplió a tope con su responsabilidad política – "pagaré con mi vida la lealtad del pueblo"- y, por otra, a operadores políticos impunes, de gobierno o de oposición.
Políticos profesionales que excusan sus chapuzas diciendo "asumo mi responsabilidad política", como simple fórmula. Si son de gobierno, lo más grave que les puede pasar es que cambien de trabajo. Si son de oposición, lo más seguro es que recuerden las cosas horribles que pasaron bajo el gobierno de Allende y la Unidad Popular.
J. Rodríguez Elizondo, escritor chileno, profesor de Relaciones Internacionales
La Vanguardia (8.07.2008)