A la fuerza, ni Dios siquiera
Acabo de llegar de Venecia, donde presenté mi último libro. Si balbuceaba en italiano, me ayudaban por orgullo balbuceando en español: lo contrario de lo que desean los políticos en Cataluña.
El idioma es una característica de los grupos humanos: no la única ni la más importante. Cuando leo que una monitora de comedor dice que "si un niño pide pan, agua o pis en castellano hay que ignorarlo", o que un representante de alguien -¿se llama José Luis Rovira?- insta a los ciudadanos "a responder en catalán a quienes les pregunten en castellano", me estremezco. El propio presidente de la Generalitat lo mejor que tiene es que está aprendiendo catalán, con éxito o sin él. Cualquier inmersión, sin roce, no sirve ni para lavarse. A la fuerza, ni Dios siquiera.
El Mundo-La Tronera (13.09.2008)