Fatal ironía: quien predicó el despido barato se va con 1,9 millones de euros
Vuelve John Maynard Keynes, se casi nacionaliza la banca, el desempleo regresa a la década de los ochenta y Barcelona se llena de obreros -¿de qué?-, de obreros en huelga. Los acontecimientos se suceden a tal velocidad que lo que el martes parecía una revolución definitiva es superado el jueves por una mucho mayor. Todo cambia.
¿Todo? Bien, no exactamente. Ahí está José María Aznar, la excepción que confirma la regla. Dos años después de que la petrolera Shell abriera sus archivos y admitiera que ha financiado a una decena de think tanks para combatir las evidencias del cambio climático; tres semanas después de que John McCain sugiriera a Sarah Palin que se tomara un poquitín más en serio lo del calentamiento global y en pleno debate sobre la oportunidad de que la recuperación económica venga también de la mano de la industria verde, ahí tienen al ex presidente del gobierno español enviando al ecologismo a los infiernos y comparándolo con el más sedicioso de los comunismos.
En un mundo en el que ese protón del universo político llamado Nicolas Sarkozy ha demostrado que la ductilidad y y el oportunismo son lo mejor para remontar una encuesta y volver al cuadro de mando, ahí tienen a José María Aznar -pétreo como un roble, rígido como una escoba- amarrado a una teoría que el ala más combativa de la derecha industrial estadounidense desarrolló para retardar la avalancha de pruebas sobre el deterioro del planeta.
Justo lo contrario de su sucesor en el Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Hábil en ganarse portadas en la prensa internacional -la más conseguida, colocar a una ministra embarazada al frente del Ejército-, la liviandad de algunos de sus mensajes ha acabado por imponerse al personaje en estos días en que las noticias parecen apisonadoras. Ha bastado la convocatoria de una cumbre internacional para abordar la crisis para que eso se materialice. Lo terrible no es que Zapatero no tenga razón, que la tiene. ¿Qué hace, si no, un gobierno como el argentino refundando el capitalismo? Lo terrible es que sus razones parecen no abrirse paso en la agenda internacional.
José María Aznar parece surgido de un relato de Herman Melville -es fácil imaginárselo atado a la quilla de un barco rumbo al norte helado-. José Luis Rodríguez Zapatero, en cambio, recuerda a un secundario perdido en un guión de los hermanos Cohen. Pero al recién relevado secretario general de la CEOE, ah, a Juan Jiménez Aguilar, parecen haberlo encontrado en una película de Martin Scorsese: «Hijo, ¿cómo has dejado que se enteren de esto?», parece decirle José María Cuevas desde las tinieblas. Sorprendente final el de Juan Jiménez Aguilar, número dos de una organización que se ha empleado a fondo en la necesidad de abaratar el despido y que ha acabado por pagarle una indemnización de 1,9 millones de euros. En plena crisis y con la que está cayendo. Todo cambia.
Ramon Aymerich
La Vanguardia (25.10.2008)