Parece increíble tener que insistir en la prioridad de la economía productiva sobre la alquimia como base de la riqueza
En 1964 la tercera entrega cinematográfica de la serie James Bond se centraba en el intento del malvado de turno – Goldfinger-de contaminar nuclearmente las reservas de oro que Estados Unidos y otros países guardaban en Fort Knox, tanto para revalorizar las privadas del villano como para introducir el marasmo en unas finanzas mundiales que tenían – o creían tener-por entonces en el vínculo entre dólar y oro un pilar fundamental. En 2008 la más reciente aventura del agente secreto británico – Quantum of Solace-nos acaba desvelando un nuevo activo esencial objeto de la codicia: el agua, revalorizada en su escasez e insustituibilidad como elemento esencial de la vida y – en la historia y en la actualidad-frecuente fuente de tensiones y conflictos.
Más allá de la anécdota, los acontecimientos conducentes a la actual crisis y la búsqueda de salidas sobre fundamentos más sólidos, probablemente tienen algún importante paralelismo con esta transición del oro al agua. Raghuram Rajan, hasta hace poco consejero económico principal del FMI, explica cómo la transformación de hipotecas subprime en productos estructurados que han deslumbrado con efectos nefastos a muchos participantes en las finanzas globales, es una versión moderna de la alquimia que pretendía transformar plomo en oro.
En la misma línea, se pretendió sustituir la prudente gestión de riesgos, función esencial del sistema financiero, por su mágica desaparición – en la expresión asimismo utilizada por relevantes académicos-bajo la avalancha de estructurados, derivados y análogos que nos ha llevado a esta situación límite. Realmente a estas alturas lo sorprendente no debería ser la crisis resultante sino que durante bastante tiempo tanta gente – en todos los círculos sociales, como evidencian casos recientes-creyese que la alquimia estaba teniendo éxito.
¿Se trata de meras metáforas, de simples recursos narrativos? Tal vez sea de aplicación la consideración de que en la sociedad del star system hemos sustituido el rigor de la metodología por una fatua mitodología. Pero asimismo es probable que el cambio en la identificación de los activos realmente estratégicos, del oro al agua, tenga un fondo de verdad que merezca reflexión. Necesitamos probablemente una revisión de las prioridades de nuestras sociedades, desde los oropeles a menudo artificiosos y vacuos que han abundado en exceso y que hemos sobrevalorado en nuestro sistema económico y financiero, hacia aquello que realmente es valioso, que tiene capacidad de satisfacer las verdaderas necesidades de las personas y las sociedades. Y desde luego parece increíble a finales de esta primera década del siglo XXI tener que estar insistiendo en la necesidad de recuperar el papel de la economía productiva, incluida la valiosa seria dimensión financiera – y no la alquimia-como base sólida de la riqueza.
Juan Tugores Ques, Catedrático de Economía de la Universidad de Barcelona.
La Vanguardia (27.12.2008)
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