El vuelco electoral en Galicia y Euskadi provoca un giro en favor del castellano
En dos meses, Galicia pasó de marchas en favor del castellano a manifestaciones en defensa del gallego
Anxo Lugilde – Santiago de Compostela.- Pilar Rojo y Arantza Quiroga, las diputadas populares que presiden los parlamentos gallego y vasco, simbolizan los cambios en la política lingüística que se avecinan en Galicia y Euskadi tras los vuelcos electorales del 1 de marzo. Quiroga es la primera presidenta de la Cámara vasca que no domina el euskera, aunque introdujo algunas frases en su primer discurso. Rojo sí que se expresa en gallego, lengua que usó en exclusiva en su debut en el cargo. Esta pontevedresa, amiga personal de Mariano Rajoy, fue una de las dirigentes del PP que en febrero participaron en la manifestación de Galicia Bilingüe en contra del decreto sobre el uso del gallego en la enseñanza.
La elección de Quiroga y Rojo refleja la orientación de las mayorías parlamentarias surgidas de las urnas. La caída del tripartito nacionalista del País Vasco y del bipartito de PSOE y BNG se va a plasmar en la derogación de las normas dictadas en los últimos años en ambas comunidades para reforzar la presencia del gallego y el euskera en las aulas. Los nuevos gobiernos también anuncian la reducción del peso de las lenguas autóctonas en los criterios de acceso a la función pública.
La política lingüística fue un elemento central en la negociación de PSOE y PP para que los populares apoyasen la investidura del socialista Patxi López como lehendakari.
El compromiso resultante se plasma en el texto del pacto de gobierno, en el que hay un amplio apartado sobre el euskera. El nuevo gobierno derogará "inmediatamente" las disposiciones introducidas por Eusko Alkartasuna desde la Consejería de Educación tendentes a convertir el euskera en la lengua vehicular básica en la enseñanza.
PSOEyPPsehan comprometido a "garantizar el ejercicio efectivo" del derecho de los padres a elegir la lengua predominante en la educación de sus hijos. El objetivo consiste en alcanzar "el trilingüismo", en castellano, euskera e inglés.
Aunque pendiente todavía de concreción, en Euskadi se vislumbra un nuevo modelo, con más peso del castellano. PSOE y PP aseguran que no dejarán de proteger el euskera, mientras el PNV ya ha expresado su temor a que se vaya a producir un retroceso.
En Galicia el nacionalismo ha mostrado en la calle su disconformidad con las medidas anunciadas por el futuro presidente de la Xunta, el popular Alberto Núñez Feijóo. El miércoles hubo la primera manifestación, coincidiendo con la constitución del Parlamento gallego. La Mesa de Normalización Lingüística protestaba por la anunciada derogación del decreto contra el que hace dos meses se movilizó Galicia Bilingüe. El vuelco electoral del 1 de marzo ha dado rápidamente la vuelta a las manifestaciones.
Pero las situaciones lingüísticas de Galicia y Euskadi tienen muy poco en común, más allá del previsible giro en favor del castellano.
Aunque la caída de Fraga se tradujo en un impulso del gallego mucho más tímido de lo que esperaban los nacionalistas, en parte de la sociedad caló la tesis de que se estaba imponiendo el uso de esta lengua, que, por otra parte, sufre un claro retroceso entre la juventud y en las ciudades. En las zonas urbanas prendió la idea de la imposición, amplificada por algunos medios de Madrid.
Con la crisis económica ha rebrotado el debate sobre la utilidad del gallego, mientras no se explotan sus potencialidades para incrementar los intercambios de Galicia con Brasil y el resto del mundo lusófono.
En los tiempos de los gobiernos de Fraga, un tercio de las clases debían impartirse en gallego, aunque los incumplimientos eran generalizados. Con el PP todavía en el poder, se aprobó elevar ese porcentaje al 50%. Su puesta en marcha correspondió ya a la Xunta de PSOE y BNG. El PP en principio estaba de acuerdo, pero se desmarcó y denunció una aplicación abusiva.
En campaña, Feijóo prometió establecer "una casilla" a fin de que al hacer la matrícula las familias elijan la lengua dominante. Para ello, sería necesario segregar a los alumnos según su idioma o aplicar la regla de las mayorías, lo que podría barrer al gallego de las escuelas urbanas. Feijóo ha matizado sus compromisos y los resume en "consultar a los padres". También va a reconvertir las galescolas, creadas por el BNG, y a potenciar el inglés.
La política lingüística genera división entre el PP urbano y el rural. En el PSOE también hay notorias discordancias, que hasta han surgido en el BNG, pues Anxo Quintana ha abogado por modular la postura nacionalista. Ha saltado por los aires el consenso de la de las últimas décadas sobre el gallego, que no impidió un notable retroceso en su uso.