Repasando la politica Nacional a cuentas del ultimo boletin de UPyD (55)

AutonomiasVuelvo a ponerme en sintonía con nuestro canal «contertulios», estimulado por la recepción de este boletín de UPyD. No cotizo a UPyD, pero soy suscriptor de su boletín, como de tantos otros (C´s, UCE, AT, antes IU municipal de Málaga, Intermón, etc.). Los de UPyD son de los más «nacionales» y, en consecuencia, de los que ofrecen un mayor perspectiva democrática. No sólo existen los asuntos partitocráticos y las «cuestiones nacionales» de la España plurinacional (Gobierno central, P. Vasco, Cataluña), sino también Canarias, Ceuta, Melilla, Murcia, Cantabria, Extremadura, Aragón… Como en la copla, «El Sur también existe».

Además, se recoge en la presentación un tema central, el del «partido de nuevo tipo», una de las señas de la izquierda crítica con su pasado tras el 68 (por ejemplo, Il Manifesto, Lucio Magri, Rossana Rosanda), al que finalmente la propia izquierda ha dado de lado. Ahora mismo, con todos sus defectos, sistemas de elección directa de los órganos directivos o de primarias sólo los están poniendo en práctica UPyD y C´s.

El repaso de sus noticias y temas me mueve a algunas glosas.
 
Fijaros lo que dice de Galicia. Como ya comenté, la imposición nacionalista (en asuntos como el lingüístico) ha sido «contraindicada» porque la sociedad, sobre todo la urbana, no siente la necesidad de acogerse al nacionalismo ni se muestra dispuesta a caer en su sistema clientelar. El nacionalismo, en suma, no es hegemónico. Como tampoco lo es en el P. V. si lo comparamos con Cataluña. Siempre hemos comentado que en el P. V. los constitucionalistas y la sociedad civil democrática tenían una fuerza en el P. V., que no existe en Cataluña. La necesidad de ETA para «mover (o varear) el árbol» no es necesaria, valga la redundancia, en Cataluña. En Cataluña sí que podemos hablar, con propiedad, de una hegemonía nacionalista, construida sobre la base de la hegemonía alcanzada en el mercado cultural y lingüístico, y, por ende, en el ideológico y el político.
 
La fronda popular en Cataluña durante la Transición fue neutralizada por el eje hegemónico en la A. de C. y en la vida pública, el catalanista (pujolista)-PSUC, que a su vez imponía la «normalización» catalanista entre los protagonistas sociales del antifranquismo, los charnegos (la función que ahora ejerce el PSC). Aun así, sigue subyacente y legitimado por el discurso catalanista la escala de inferioridad étnica de los charnegos y el de su consiguiente carácter subalterno en la vida pública y política de la Cataluña catalana o catalanista, la del oasis autonómico asediado por el españolismo y el centralismo, la del consenso nacional catalán, etc. Sigue vigente el discurso racista, multiculturalista o diferencialista, del Pujol sobre la inmigración. La noticia adjunta de la actitud xenófoba de la «boutiguera» («¡i a més a més, en castellà!») es bien ilustrativa del miedo tradicional al “forani», al charnego, al del «rebombori», que ahora se ha traslado en gran parte también a la inmigración más reciente. Fijaros en los que dice Patricia Gabancho en el artículo que os adjunto.
 
Pues, bien, a pesar de toda esa maquinaria hegemónica, algunos advierten que tantas vueltas de tuerca en la imposición del uso del catalán está produciendo efectos no deseados, que la sociedad sigue teniendo márgenes de autonomía, de ejercicio de la libertad personal. Resulta en extremo revelador el artículo de LL. Mª Todó y sus referencias a los avisos de A. Branxadell, que no son nuevos.    
 
La fronda popular tras el asesinato de M. A. Blanco dejó tocado, en cambio, el edificio en construcción euskaldún. Les llevó a la trinchera de Estella y propició  la gran convergencia constitucionalista que personificaron Mayor Oreja y Nicolás Redondo Terreros. Con excepciones, las revoluciones han sido más por efectos pasivos (los reflujos del Risorgimento, o de Unidad Alemana, que Gramsci puso al trasluz del 48) que desde abajo o por activa (cuyo paradigma es sin duda 1789).
 
Esto produce desencanto y frustración entre los que hicieron -hicimos- de la revolución (ruptura, vuelco…) su santo y seña. Es el estado de ánimo que ofrece UPyD al analizar el pacto firmado entre PSE y PP, con la boca chiquita. Claro que UPyD ha pasado de ser imprescindible en se vuelco a prescindible.
 
Lo paradójico, lo paródico, del caso esta vez ha sido que la victoria de los electores y de los movimientos cívicos democráticos ha sido también sobre los planes de ZP y Patxi L. de puentear al PP y a los mencionados movimientos cívicos y sociales. Se han encontrado con el peor de los escenarios posibles para la supervivencia del buenismo y de la España plurinacional. Hasta ahora, la imputación del PP era el principal argumento de cualquier estrategia buenista de ZP, del PSC, del PSE, del PSG, del PSOE-A… ¿Y ahora?
 
Y otro efecto indeseado: ahora también existen Murcia, Málaga, Zaragoza, Las Palmas, Valencia, Melilla…, como plazas de la política «nacional». Cuando en algunos de los artículos recogidos en el boletín, se describe la soberbia histérica del PNV, el ridículo diferencialismo de Carod, el estrechamiento del margen para los nacionalismos en la UE, es como si estuviéramos afirmando la democratización de la política española, en cuanto pierde peso el tradicional eje oligárquico y mesocrático de Administración Central-Barcelona-Bilbao y gana peso la periferia de ese centro o el Sur de ese eje.
 
En este sentido, es posible plantear como debate nacional y solidario el asunto del agua y de las cuencas hidrográficas, al que se alude en un par de colaboraciones. Os adjunto un documento que viene muy al caso, que reflejan la posturas de Benet y Julio (el de la «Lluvia amarilla», no Gaspar), de las que fue heredero J. Borrell.
 
Asimismo se aborda el asunto del «caos» urbanístico como símil del «caos estatal» (nacional) al que puede arrastrarnos, no sólo un problema local y puntual.
 
El análisis de la «construcción de la unidad europea», de Sosa-Wagner y Rodríguez Guerrero-Strachan, que debe remanecer de Málaga, me parece tibio, pues todavía están abiertas las puertas a la balcanización política (caso Kosovo y restantes del Este) y a la Europa de los pueblos (en el Oeste) y no hay nada que tenga que ver con un proceso constituyente que otorgue legitimidad democrática a las instituciones políticas y representativas de la UE en un sentido similar al de los Estados nacionales. Y, por tanto, no hay nada que se parezca, por ejemplo, a la armonía fiscal.  

Rafa N. 4/04/2009

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