Mucho oportunismo y fariseismo desprende esta enciclíca. Mas le valiera al Papa pronunciarse sobre la reciente ley italiana que consagra una abominación: considerar al inmigrante ilegal un delicuente. El fantasma de Mussolini debe estar muy sastifecho con tan digno sucesor en el poder italiano: Berlusconi. Lo que faltaba, pasar hambre es un crimen en Italia no así las orgías de mandatarios vetustos con velinas gracias al dinero público.