Reglobalización

Cartel contra el capitalismo Se debe recuperar el sentido común y aplicar las recetas postergadas mientras se adoraba el becerro de oro

Antes de la crisis algunos países, entre ellos Estados Unidos y España, habían desarrollado déficits exteriores importantes en buena medida asociados a una insuficiencia del ahorro interno. Otros, con China al frente, disponían de superávits en sus cuentas exteriores al tiempo que suministraban sus excedentes de ahorro a los deficitarios. Probablemente nuestros abuelos denominarían al primer grupo «países cigarra» y a los segundos «países hormiga», aunque buena parte de los analistas desafiaban la sabiduría ancestral tratando de demostrar que esos desequilibrios no eran preocupantes.

Las denominaciones de nuestros abuelos se verían aún más justificadas al constatarse que los recursos que recibían en préstamo las cigarras se destinaban en buena medida a actividades y ocupaciones de baja productividad, y manifiestamente mejorables en su aportación a los ritmos de innovación y creatividad que requerirían nuestras sociedades incluso en ausencia de la competencia global.

Al contrario de lo que sucedía en algunos de los países hormiga, que modernizaban sus aparatos productivos pasando a competir en tecnologías y calidades cada vez más altas.

Tan poco caso como al mensaje de la sabiduría de los abuelos se hacía a las recomendaciones de cuando la economía era una disciplina razonable y aconsejaba a los países con déficit políticas de austeridad (en vez de avanzar con velocidad hasta unos cuantos pasos más allá del abismo), que facilitasen asimismo incentivos a actividades más competitivas, mientras que a los países con superávits la recomendación era reorientar hacia dentro su dinámica, mejorando el bienestar de sus ciudadanos y no sólo las cuentas exteriores, aceptando una apreciación de sus monedas que coadyuvase restablecer unos más sólidos equilibrios mundiales.

Hoy, cuando se debate la configuración del mundo poscrisis, tal vez es el momento de recuperar el sentido común y aplicar recetas postergadas mientras se adoraba el becerro de oro del enriquecimiento fácil con dinero barato y abundante que parecía no tener fin. No debemos preocuparnos excesivamente por algunos indicadores de aparente desglobalización en la medida en que respondan a una orientación más sólida y depurada de excesos insostenibles de épocas no tan lejanas.

Por el contrario, es la hora de una reglobalización que combine lo mejor de los mercados abiertos con unos incentivos más orientados a actividades sólidamente creadoras de valor y no a especulación o pelotazos. Y para ello es esencial afrontar y resistir las tentaciones procedentes de poderosos intereses que, tras absorber una parte muy elevada de los recursos públicos para gestionar la crisis, ahora comenzarán a decirnos que tras la fase de excepcionalidad regresa el momento del business as usual. «Volver a las andadas», lo denominarían con mucha más sensatez nuestros abuelos.

Juan Tugores Ques – Catedrático de Economía de la UB

La Vanguardia (11.08.2009)

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