Para volver a ser atractivos para el extranjero y sanamente envidiados por el resto de España debemos dejar de lado ciertas actitudes provincianas y potenciar una ambiciosa visión internacional. Preservando nuestra lengua, pero sin arrinconar el castellano, que tantísimo potencial nacional e internacional tiene.
Por razones de trabajo he tenido el privilegio de trabajar y vivir en países como EE. UU., Reino Unido, Francia y Holanda, y, durante ese largo periodo, he recibido halagos de lo maravillosa que es Barcelona y el resto de Catalunya. Pero también serias críticas que invitan a importantes reflexiones; hemos perdido atractivo para la inversión extranjera.
Estamos sumidos en una crisis profunda y nuestros políticos no parecen concentrar sus esfuerzos para luchar contra ella. Todo lo contrario, leo absorto noticias como que parte de nuestros impuestos se destina a Centroamérica para preservar el idioma de una tribu, que se invierten abundantes recursos para abrir embajadas de una utilidad más que dudosa y con un coste de apertura y mantenimiento más que alto. O que empleamos días deliberando si eliminar la celebración de espectáculos taurinos en Catalunya y que se debate sustituir las cuatro provincias catalanas por siete veguerías.
¿Qué ha sido del seny catalán? ¿Hasta cuándo permitiremos esta devaluación de Catalunya? ¿Este es el país que queremos dejar a nuestros hijos?
Para volver a ser atractivos para el extranjero y sanamente envidiados por el resto de España debemos dejar de lado ciertas actitudes provincianas y potenciar una ambiciosa visión internacional. Preservando nuestra lengua, pero sin arrinconar el castellano, que tantísimo potencial nacional e internacional tiene. Y fomentar el estudio del inglés, seguido posiblemente por el mandarín y el francés.
Ortega y Gasset dijo en una ocasión: «Españoles, a las cosas». Emulando al célebre filósofo español, me gustaría acabar esta carta diciendo: «Catalans, a les coses», y añadir: «Però a les que valen la pena».
José María Cusí (Suscriptor, Barcelona)
La Vanguardia-Cartas de los lectores (9.01.2010)
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