Dos asuntos -por ponerme selectiva- me han producido desasosiego en los últimos días. Para empezar por lo ligero, el hecho de que el FBI haya utilizado un retrato de Gaspar Llamazares para elaborar un retrato-robot de Bin Laden. Cómo deben de seguir de gilipollas para que no se les haya ocurrido usar uno de cualquiera de sus aliados: Mubarak (poniéndole barbas), el rey saudí o alguno de los sátrapas del golfo, y hasta a Netanyahu, quitándole la papada y tiñéndole el pelo. Asusta saber en qué manos se halla la seguridad más segura del mundo.
Segunda y más triste parte. Contaba ayer Pablo Ordaz en este periódico que a los marines del portaviones Carl Vinson, que se encuentra a sólo tres millas de Puerto Príncipe para suministrar ayuda a la tragedia haitiana, los oficiales no les permiten ver la CNN, dada la crudeza de las imágenes y la magnitud de la destrucción que muestran. Y digo yo: ¿tienen los dichos chavales una sensibilidad de menores con reparos? ¿Quieren las autoridades ahorrarles traumas futuros? ¿Temen que se amotinen y exijan participar con mayor energía y eficacia? ¿O es que son de origen haitiano, como los que Estados Unidos envió a primera línea en el 94, para preparar la llegada de Aristide? En aquellos días, los marines de origen haitiano presionaron para que sus oficiales les permitieran detener la sangría de ciudadanos, perpetrada por los esbirros del depuesto régimen.
Ya sólo falta que Berlusconi se alegre porque, por fin, los haitianos se van de cámping, y mi desconcierto será absoluto. Aunque, pensándolo bien, si una familia pobre ha sobrevivido, no cuenta con víctimas entre sus amigos y allegados, y está siendo alimentada por una ONG y durmiendo en una tienda de campaña, eso será lo mejor que le habrá pasado en su miserable vida.
Maruja Torres
El País (21.01.2010)
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