Por un lado quiero que gane España el Mundial, pero por el otro prefiero que no lo haga
Hace unas semanas tuve la fortuna de que me llamaran desde el Ayuntamiento de Sant Boi para pronunciar según ellos una ponencia (a mi entender fue simplemente una charla), sobre los objetivos que se deben trazar en la práctica deportiva en la etapa de formación. Intentaban aprovechar la gestación de un plan de deporte dirigido desde el Ayuntamiento, lo que considero una tarea ardua y admirable para filosofar un poco sobre las finalidades del deporte.
Las ideas que expuse fueron las que todos ustedes ya conocen. El deporte como herramienta básica para formación integral de las personas. La realidad es que el deporte en la infancia y juventud puede tener dos derroteros. Uno, el actual, donde parece que la gran mayoría se inclina por la pura competición, con la obsesión por ser un deportista de élite, y otro, el que se debe retomar, que es la de formar ciudadanos de primera. Ciudadanos que entiendan que los objetivos se obtienen a través del trabajo en equipo, donde debe existir un afán de superación constante. Personas que se hagan responsables de todo aquello que les sucede y no pretendan que el Estado o los demás les saquen las castañas del fuego. En fin, ciudadanos que sean capaces de luchar incluso cuando no tienen esperanza. Adquiriendo valores como el compromiso, la solidaridad y la generosidad. Conceptos que deben siempre estar presentes y más en una situación de crisis como la actual. Concluí que consideraba que era mucho más interesante para Sant Boi tener ciudadanos de Champions porque así esta población también sería de Champions que tener un jugador jugando la final de este preciado torneo europeo.
Por este motivo me he sentido decepcionado con la noticia de las primas de nuestros jugadores por ganar el Mundial. Decepcionado y acomplejado, porque me ha dado la sensación de pertenecer a una república bananera. Creo que la Federación, con la complicidad de la Administración, nos intenta aplicar el consabido pan y toros. Existen otros países que pagarán una cantidad cercana a 550.000 euros, como es el caso de Argentina, pero la verdad es que no disminuye mi indignación. No sé qué pensarán los alemanes cuando vean que un país cuyo producto interior bruto es la mitad que el suyo está ofreciendo más del doble de recompensa por ganar el Mundial que la que darán ellos a sus jugadores. Me avergüenza bastante. Es verdad que posteriormente EFE a la publicación de esas cifras ha habido aclaraciones de que han renunciado a cobrar por la clasificación por grupos, de que sólo cobrarán a partir de superar los octavos y que parece que parte de las ganancias irán a una ONG. Lamentablemente, como sucede con las aclaraciones, estas acaban sonando peor. Mi lectura es que conociendo su potencial los jugadores han apostado fuerte y que lo de utilizar a las ONG para el lavado de la imagen suena ya a patético. Si quieren hacerlo, que nos digan la cantidad exacta que se dona y así podremos valorar hasta qué punto es un acto de generosidad y no un lavado de imagen. Porque también se ha sabido que en principio los jugadores solicitaban 600.000 euros.
Como ciudadano, como pequeño empresario y como ex futbolista, estos emolumentos en el estado actual del país no me cuadran. Y por este motivo siento una dualidad de sensaciones. Por un lado, unas ganas locas de que estos deportistas de primera que han demostrado un gran afán de superación protagonicen una exhibición y ganen el Mundial. Y por otro, que queden eliminados antes de llegar a octavos por comportarse como ciudadanos de segunda. Su potencial futbolístico habrá permitido encontrar buenos patrocinadores, pero en una época donde como mal menor se van a congelar salarios y pensiones un poco de higiene social haría mucho bien.
Joan Golobart
La Vanguardia (29.05.2010)