El sueño de una noche de verano

Banderas españolas en los balcones de Barcelona por el Mundial de FutbolMinuto 114, a 6 minutos de la final de la segunda prórroga. Cesc ve a Iniesta solo, le hace un pase, e Iniesta aplica toda la fuerza de sus gemelos sobre el balón. España vence con este gol su primer mundial.

El relato de esta noche arranca unos días antes. El malestar por la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut hace que cientos de barceloneses cuelguen “senyeres estelades” o simplemente “senyeres” con distintivo en negro. En mi edificio aparecen varías de esta guisa.

Semifinal Alemania-España. España pasa a la final, el mejor resultado de su historia en unos mundiales cientos de barceloneses acuden a la Plaza de España para celebrar el triunfo de la selección. Acceden por  la Avenida Mistral y por el Paralelo. Parada obligada es mi edificio.

A pesar de que vivo casi en el ático, era difícil descansar. La ventana abierta traía el aire fresco de la noche cargado de cánticos “No nos engañan, Cataluña es España”.

Al día siguiente han desaparecido las “senyeres”, “estelades” o no del edificio, excepto la de mi vecino del último piso, y han aparecido hasta 3 banderas españolas, lo nunca visto.

Hace dos años, el día de la final de la Eurocopa de naciones, estaba en Calpe, pasando el puente de San Juan, fuimos a una heladería italiana a ver jugar a la selección, pero antes compre una bandera española, la única a la venta, la del toro, que la paseé orgulloso al final del partido por las calles de Calpe y Jávea.

 

Quería colgar la bandera en mi balcón, pero la del toro no me parecía adecuada. Así que fui al comercio chino del barrio –Una bandera española. –Agotada, todo agotado. Voy a otro comercio. Agotada señor, solo esto (un banderín de coche). Y a otro. Agotada señor. Ya por fin en la calle de Sants, encuentro un comercio que la exhibe en el escaparate, y que acaba de renovar existencias. Siete euros del ala por una bandera de tamaño mediano. Cuelgo mi bandera en el balcón.

 

¿Y dónde estarán las banderas que han vendido los chinos? Porque en los balcones, hay. En empate con las “senyeres” pero no los cientos que presumo que han debido vender.

 

Unos amigos de Tarragona han venido a Barcelona a vivir en la calle el ambiente de la final. El convergente Ajuntament de Tarragona no ha creído necesario disponer una pantalla gigante en la calle. El Ajuntament de Barcelona, por lo que se ve, tampoco. Ya que en la Avenida Maria Cristina, llena hasta las trancas, solo hay dos pequeños video-walls, un par de chiringuitos que venden cerveza y 3 lavabos como toda instalación para atender a las miles de personas que se concentran en la avenida.

 

Las gentes, en su mayoría, hacen como nosotros, suben desde Plaza de España hasta Rius y Taulet, por el lateral de la avenida, a ratos por detrás de los cipreses y regresan al Paralelo por Lleida. El personal  en desplazamiento por los alrededores de la Plaza de España ha desbordado las áceras y camina por las calzadas de Paralelo, Gran Vía, Tarragona, Sants, Avenida Mistral,  buscando seguir el partido en los bares de la zona.

 

El juego holandés es muy duro, minuto 114, Iniesta recibe un pase de Cesc Fábregas, chuta y se desata el delirio… Ya no vi el resto del partido. Aunque tengo el aire acondicionado puesto, abro las ventanas y balcones. El aire que entra me parece aún más fresco y nuevo en esta Catalunya del “establishment” nacionalista.

 

Mis vecinos del catalán barrio del Eixample Esquerre están bailando, chillando, tirando petardos, mientras mi toro vuelve a lucir en su asta, pidiendo que lo saque de chiqueros a pasear por Barcelona, mi ciudad. 

 

Las calles están tomadas. Desde mucho antes de Plaza de España caminar se hace imposible, vamos en dirección contraria, la mayor parte de la gente va dirección al puerto.

 

Así que reculamos por Gran  Vïa, -Mira dónde estaban todas las banderas que han vendido los chinos. Cientos, miles de banderas españolas pasean en lo coches, en las espaldas a modo de capa, y ondean sobre las cabezas. Gentes de todas las condiciones sociales, pero sobre todo jóvenes de menos de 30 años se desgañitan “Hola, hola hola, Catalunya es española” “yo soy, español, español, español”.

 

En esa avenida, escenario de la manifestación del orgullo gay, otro sentimiento sale del armario. El orgullo de ser español, grito ahogado y silenciado por 30 años de lobby nacionalista-catalán en el que todo lo español ha sido relegado con un par de bolitas de alcanfor al fondo del armario, si se quería tener una vida pública.

 

Miles de personas tocan los cláxones de los vehículos, en cada esquina grupos de jóvenes se hacen fotos para sus facebooks, y me piden la bandera para dejar muestra que ellos estuvieron en la calle el día que España ganó un mundial, otras miles de banderas pasan por detrás de ellos.

 

Avanzar es difícil, estamos cansados, así que decidimos tomar un café en una terraza, regresando hacia casa. ¿Sólo café? Pregunta el camarero que saca las botellas de cava del frigorífico como si fueran botellines de agua. En la esquina de Vilamarí, única calle por la que se circula, ya que la Guardia Urbana ha prohibido el acceso a la zona, y en la esquina con Paralelo, los coches bajan gritando “Visca Espanya” o “Viva España”. En este punto la Guardia Urbana desvía el tráfico a Montjuic, para que la ciudad pueda seguir durmiendo sin ser molestada por la celebración española, pero es que toda la ciudad está en la calle celebrando. Toda, o esa es la sensación de quienes estamos ahí y que nunca, nunca, ni con una victoria del Barça, ni con ninguna manifestación de corte político, habíamos visto un jolgorio parecido.

 

Horas después de ese minuto 114, a 6 minutos del final de la segunda prórroga, Iniesta le ha marcado un gol a la caverna feudalista. Otra Catalunya es posible, pero habrá que arrebatar el poder político a la caverna, si queremos amortizar los 7 euros en bandera.

 

Antonio García López (19.07.2010)

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