La estupidez suele generar más estupidez, lo mismo que la violencia genera más violencia. Espoleados por la bárbara torpeza represiva de Barcelona, los del 15-M están cometiendo a su vez la torpeza de eternizarse en los campamentos. Electrizar a la sociedad, como ellos hicieron, y generar tanta esperanza y tanto apoyo, supone un capital social inmenso que deberían administrar con imaginación y mucho tiento. Quedarse plantados en Sol como cipreses solo puede traer hastío y decadencia. El paso del tiempo es abrasador y va corroyendo el ánimo de la gente; muchos se irán (o ya se han ido) y al final se harán cargo del movimiento los grupos habituales de la sociedad alternativa, como los okupas y demás. Que tienen su gracia, pero que no encarnan el espíritu renovador del 15-M. Antes al contrario: incluso ellos se repiten demasiado. Y es que, puestos a renovarse, creo que hay que modernizar también las rutinas de lo alternativo.
Además, esta ofuscación en la permanencia les está enajenando el apoyo popular. Si antes suscitaban simpatía, respeto e interés por sus opiniones, ahora empiezan a ser vistos como unos cantamañanas (ay, así de fugitivo es el favor del público). Por no hablar de las tentaciones de apropiación: «Son los nuestros», escribía el otro día Julio Anguita, arrimando el ascua a Izquierda Unida (esa misma IU cuyo líder, Cayo Lara, participa en manifestaciones a favor del dictador Fidel Castro). En fin, sería una pena desperdiciar el capital regenerador y social del 15-M. Comprendo que les entristezca dejar Sol: es muy emocionante sentirse el centro del mundo. Pero hay que irse justamente para poder seguir. Para organizar acciones concretas (yo también saqué ayer mis 150 euros del cajero) y/o asambleas periódicas. El 15-M tiene que empezar por reinventarse a sí mismo.
Rosa Montero
El País (31.05.2011)