Las deslocalizaciones son otro ejemplo claro de la contradicción irresoluble entre capital y trabajo. No admiten solución desde una óptica socialista. La revolución proletaria implica poner la producción al servicio de la sociedad, y no al revés. Esto exige nacionalizaciones en algunos casos, pero supone, por encima de todo, un replanteamiento absoluto del modelo socioeconómico. Entiendo que esto son palabras mayores, pero todo comienza con la unidad de todos los trabajadores organizados sectorial, nacional e internacionalmente. Tanto el cierre de fábricas como la rebaja de las condiciones de trabajo han de ser combatidos de esta manera. Esto incluye, por supuesto, tomar y demandar medidas contra el brutal capitalismo de Estado practicado por el gobierno chino, disciplinado copartícipe de la superexplotación junto con las multinacionales extranjeras que asolan su propio país. Estoy de acuerdo contigo en este sentido. Las medidas económicas proteccionistas contra China las probaron los EEUU sin fortuna, pero las medidas político-económicas ya son otra cosa bien distinta teniendo presente que perjudicarían, en primer término, a los socios capitalistas estadounidenses de las autoridades chinas. Eso demuestra, como muy bien indicas, el doble rasero de la globalización y el servilismo de los gobiernos digamos democráticos. Sólo una organización de clase estructurada internacionalmente puede abordar este reto y ser coherente en todos los casos. Ese fue el objetivo de la truncada Iª Internacional: no convertirse en una reunión periódica de organizaciones obreras, sino en un órgano político decisorio centralizado.