Los castellanoparlantes en Cataluña que, mayoritariamente, somos bilingües no pretendemos alcanzar la hegemonía, sino compartirla en convivencia. Eso sí, exigiendo que no existan preferencias expresadas desde el poder público, entre otras cosas, porque nos asiste, no solo el Derecho vigente, sino, además, razones, la principal de las cuales es la justicia social
“Si la periferia castellanoparlante alcanza la hegemonía… entonces estamos perdidos” (Patrícia Gabancho, encargada del acto de apertura de la edición de este año de la Universitat Catalana d’Estiu).
Comentaba hace unos días José Luís Álvarez, doctor en Sociología por la Universidad de Harvard, en un artículo aparecido en El País que ‘la imposición de conflictos es la más formidable de las armas políticas y, durante décadas, gracias a la pasividad del PSC, CiU ha conseguido imponer el conflicto nacional con España al social interno’.
En esta ‘imposición de conflictos’ como arma política el nacionalismo utiliza diferentes altavoces; en verano, la Universitat Catalana d’Estiu (UCE), universidad en lengua catalana que tiene lugar anualmente.
Surge en el verano de 1968 a partir de las fiestas que ese año organizaron en Prades (Rosellón, Francia) conjuntamente el Grup Cultural de la Joventut Catalana y el Grup Rossellonès d’Estudis Catalans (GREC), justo después de los sucesos de mayo de 1968. A partir de esta experiencia, del interés en el Rosellón por promover y difundir la lengua y la cultura catalanas y, al mismo tiempo, de la necesidad de ciertos catalanes, valencianos y baleáricos para encontrar un espacio de libertad en un momento en que el franquismo seguía vivo, se decide continuar con la universidad de forma anual.
Como el sentimiento radical -nacionalista- y excluyente -solo en catalán- no conoce la autofinanciación, son las instituciones públicas catalanas, principalmente la Generalidad de Cataluña, la que a base de enormes subvenciones -más de dos millones de euros en los últimos años- sostienen, bajo pretexto pedagógico, la organización anual de este aquelarre cuatribarrado en la autodenominada Catalunya Nord.
A la cabeza de tal esperpento solo osan ponerse personajes sin complejos y sin otra cosa, a los que por supuesto acaba otorgándoseles la Cruz de San Jordi. Así encontramos que han sido rectores de la misma -aunque más exacto sería definirlos como obispos de su pequeña Iglesia-, por ejemplo, Jaume Sobrequés histórico miembro del PSC y ahora militante independentista o Max Cahner, uno de los fundadores de CDC y ex consejero de Cultura. Así no es de extrañar que ya desde antiguo haya habido una crisis permanente en el seno de la UCE entre los partidarios de potenciar actividades meramente académicas y los de potenciar otras actividades llamémoslas más lúdicas, donde al parecer estos últimos se han acabado imponiendo.
En esta curiosa concentración de xirucaires caben desde una orgía proetarra, como la que aconteció en la edición del año pasado, a homenajes a individuos acusados de terrorismo.
No suele faltar a la cita l’avi Pujol para contar sus batallitas y contribuir con su dosis de rencor a España, y en fin, todo aquel que esté dispuesto a poner su granito de arena en pos del secesionismo -que no independentismo- es bienvenido.
El actual rector, Jordi Sales i Coderch, y su extenso equipo rector –no hay nada como estar bien engrasados-, tuvieron a bien este año ofrecer el encargo del acto de apertura a la argentinocatalana -como ella misma se define- Patrícia Gabancho, obispa destacada de la Iglesia nacionalista catalana, acostumbrada a evangelizarnos en las ideas que forman parte del catecismo político del catalanismo en el poder que gente como ella las han acabado convirtiendo en mantras, como muy bien expresó en un artículo Antonio Robles, y a la que alguno de sus compatriotas, como por ejemplo Eduardo Goligorsky, han situado ideológicamente próxima al totalitarismo peronista.
En una entrevista concedida con tal motivo, la excelente periodista se despacha a gusto y entre otras cosas manifiesta que:
“El problema aquí [en Cataluña] es el mantener la hegemonía catalana en el tronco central de la sociedad y dejar que las periferias se organicen y se acomoden como puedan. Ahora bien, si la periferia castellanoparlante alcanza la hegemonía… entonces estamos perdidos. De momento no ha pasado, pero…”.
“En este mundo se vive hablando catalán y si no hablas catalán te quedas fuera, y este tronco central es la sociedad. Es el sitio donde hay talento: el talento habla catalán”.
“La UCE […] es la comunión entre las gentes de los diversos Països Catalans”.
Dichas manifestaciones se comentan por sí mismas y creo era necesario darles la máxima difusión para alcanzar a conocer al personaje y los fines de alguien que, viviendo del negocio nacionalista, le sirve como simple -aunque mediáticamente destacada- correa de transmisión.
Sin embargo, le responderé brevemente.
Los castellanoparlantes en Cataluña que, mayoritariamente, somos bilingües no pretendemos alcanzar la hegemonía, sino compartirla en convivencia. Eso sí, exigiendo que no existan preferencias expresadas desde el poder público, entre otras cosas, porque nos asiste, no solo el Derecho vigente, sino, además, razones, la principal de las cuales es la justicia social.
Talento que habla solo castellano (español) en Cataluña lo ha habido, lo hay y lo habrá, mal que les pese, y solo se ha quedado fuera, precisamente, de las subvenciones que contra toda lógica basada en razones de mérito lo excluye. No daré nombres, pues la lista sería interminable, y no es el objeto de este artículo, pero, a alguno que otro hasta le han otorgado un Nobel.
Sobre sus comuniones y los Països Catalans, además de recomendarle un artículo de Juan Carlos Girauta al respecto, me quedo con lo que expresó, otrora, el 125 Presidente de la Generalidad de Cataluña, Muy Honorable Señor Josep Tarradellas -siempre partidario de una Cataluña unida a España-, que las veía venir:
‘Nunca he sido partidario de la política llamada de ‘Països Catalans’, de la vinculación nacionalista de Cataluña con el País Valenciano y con las Islas. Desde un punto de vista político, este lazo no tiene ninguna base. Nos une la lengua común y la historia en el marco de la Corona de Aragón; nada más. Los problemas de cada una de las partes son diferentes y difícilmente transferibles’ (Ja sóc aquí – Record d’un retorn. Editorial Planeta, Barcelona, 1989).
Palabras como estas hicieron que fuese criticado por parte de diversos sectores nacionalistas y secesionistas, que lo tacharon de traidor a Cataluña, de mal político y de vendido a la monarquía española. De ahí que no dudara en afirmar que:
‘Jordi Pujol en el fondo siempre ha sentido por mí una extraña fascinación, mezclada con un odio explícito‘.
El problema para los que piensan como usted, para entendernos señora Gabancho, es que en Cataluña hay muchos traidores como él, que siguiendo su ejemplo, continuamos considerándolo un gran referente político, avanzado a su tiempo e incluso un visionario de hacia dónde se dirigiría la política catalana si no lo evitábamos: el enfrentamiento entre nacionalistas y no nacionalistas.
Unos, como hiciera Josep Tarradellas en su día, llevamos tiempo propiciando, mediante la compresión tolerante del otro, la convivencia, creando puentes de diálogo. Otros, como Jordi Pujol, por el contrario, llevan años marcando los tiempos políticos y no dudarían en propiciarlo llegado el caso por un simple y frío cálculo estratégico.
¿Y usted, a cuál de las dos causas sirve? No me lo diga, déjenos adivinarlo.
Antonio-F. Ordóñez Rivero es letrado e inspector de Hacienda del Ayuntamiento de Barcelona y miembro de la junta directiva de Alternativa Ciudadana Progresista
La voz de Barcelona (29.08.2012)
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