Es evidente la huida hacia delante del nacionalismo que, interesadamente, CiU ha propugnado y gestionado con la intención de esconder las vergüenzas de su gestión de gobierno. La clase obrera en Cataluña ha sufrido los recortes de la derecha antes que la del resto de España. La imagen de un Parlament rodeado por catalanes cabreados con el gobierno autónomo, las continuas manifestaciones contra los recortes en sanidad y educación, el clamor de los más débiles contra el euro sanitario, han dado paso a un enardecimiento identitario; Mas se envuelve en la bandera y convoca a los patriotas a la Plaça d’Orient catalana. Nada como un baño de multitudes para esconder las miserias.
Pero lo del 11-S fue algo más, fue un punto de inflexión que aboca a CiU a liderar la secesión, se colocó ante el abismo que el ha estado amamantando desde antes de la transición. Ese precipicio del odio y la xenofobia con formato de propuesta secesionista es un órdago a la libertad, la igualdad y la fraternidad.