El presidente catalán ha logrado “producir su propia verdad contando mentiras”
Un eminente jurista ha publicado una extensa justificación de la exigencia de un referéndum, planteada por Artur Mas para Catalunya. Toda minoría territorializada con recursos suficientes puede, si quiere, constituir un Estado y, para comprobar si esa voluntad existe, el medio es la convocatoria de un referéndum. No han de existir obstáculos “formales” (legales) para ello y tampoco deben ser tomados en consideración los costes que semejante “transición nacional” representaría, tanto para el Estado nacional preexistente como para el nuevo. Sin olvidar la escena de una Europa en proceso de fragmentación, pues una secesión invita a otra. Esperan Flandes y Padania. UE: “Alemania y países satélites”, evocando a los pasaportes franquistas.
Pensemos en una España cortada de Europa en sus vías de comunicación, si Euskadi sigue, y en una Cataluña fuera de la Unión Europea durante años y metida en un grave conflicto, ya que con toda seguridad no querrá pagar las facturas pendientes (en deuda por ejemplo). Para luego encontrarse con la política económica de un Partido Popular, solo que catalanohablante: las declaraciones de Mas sobre recortes o impuesto de sucesiones no dejan espacio para la duda.
Y pensemos también en que tal y como lo plantea Mas, el referéndum en sentido estricto, dejando de lado su inconstitucionalidad, ni siquiera va a existir. Para soslayar los condicionantes de la legalidad española no podrá haber referéndum vinculante, sino una consulta al modo de la celebrada hace años en Gibraltar, que sin embargo será luego leída como si fuera un referéndum. El procedimiento se instala así deliberadamente, con la palabra “democracia” siempre en los labios, en la ilegalidad y en el engaño. No se trata de conocer la voluntad de los catalanes, sino de “ganarlo”. Consecuencia, la pregunta no será inequívoca como en el caso escocés —“¿quiere usted que Escocia abandone el Reino Unido?”— sino la expresión de un deseo, “que Cataluña tenga un Estado propio en la UE”, lo cual de paso lleva a Mas a engañar de nuevo, cuando en la entrevista de TV3 afirma que nada más alcanzar la independencia, a pesar de la letra del Tratado Europeo, Cataluña estará en la UE, porque ya está dentro y no la van a dejar fuera. ¡Tratados a mí!, pensará.
Por otra parte, cuando le preguntan sobre Escocia, se cuida muy mucho de reconocer que son dos casos totalmente distintos, porque allí no hay Constitución, y sobre todo Escocia no forma parte de Inglaterra: voluntariamente se vinculó a ella dentro de lo que se llamará Reino Unido, y ya la restauración de su Parlamento en 1997 fue considerada una “devolución de poderes” que ahora puede completarse.
Nuevo engaño sustancial: no aspira a la independencia, sino al Estado propio en interdependencia con la UE, e incluso con España. Lo primero es claro; lo segundo también, pero en sentido contrario: interdependencia “en seguridad y defensa”, como cualquier Estado con otro en la UE, igual que Turquía y Grecia coparticipan en la OTAN. Objetivos reales: nación, soberanía catalana, Estado propio; el resto, cortinas de humo.
Mas admite el diálogo con el Gobierno español, pero solo para organizar su autodeterminación. El tiempo de la negociación —pacto fiscal— ha pasado. Ante un previsible rechazo gubernamental, “internacionalización del conflicto”, con “los tribunales europeos” por delante: a la vista de la línea trazada en derechos humanos por las sentencias sobre España (injurias absueltas de Otegi al Rey, condena por torturas no probadas a Otamendi), dispone de una buena baza para saltar sobre la ilegalización de “la consulta” por el Constitucional. Y la prueba de fuerza está asumida. Lo recuerda el conseller de Interior a los Mossos d’Esquadra; obedecerán a la Generalitat si hay conflicto entre “legalidad y democracia” por celebrar la consulta.
Ilegalidad sistemática y juegos de máscaras al esbozar el futuro catalán, puesta en marcha de una dinámica totalista de homogeneización forzada de la opinión pública, donde la posición de media Cataluña es pasada por alto, para que no estorbe a la proclamada comunión entre el president y su pueblo. Solo hace falta seguir a TV3 y a la prensa leal para comprobar que difícilmente unas elecciones plebiscitarias y un referéndum encubierto luego, la ascensión irresistible de Mas en definitiva, pueden ser aceptados como expresiones democráticas. Crítica y oposición son necesarias.
Siempre reconociendo que Mas ha logrado, por decirlo con Umberto Eco, “producir su propia verdad contando mentiras”, y que la frustración y la crisis han hecho de muchos catalanes seguidores apasionados suyos, hinchas de un equipo ilusionado con la victoria.
Antonio Elorza
El País (19.10.2012)
Sé el primero en comentar en «La resistible ascensión de Artur Mas»