Desde la quiebra de Lehman Brothers llevamos cuatro años de crisis. O cinco si tomamos como referencia el estallido de la crisis de las “subprime” en otoño del 2007. Pero se trata de una de las peores crisis de la historia económica mundial que esta lejos de terminar y ha conducido a algunos países, entre ellos el nuestro, a una situación angustiosa.
Su principal consecuencia habrá sido el basculamiento del centro de gravedad de la economía globalizada desde el Oeste al Este. Un proceso que ya estaba en marcha pero que la crisis ha acelerado. Este año 2012 será el primero en el que la producción de los países llamados en desarrollo superará a los que llamamos desarrollados.
Qué lejos parece la primera visita, en 1972, de un presidente de los EE.UU., Richard Nixon, a la China de Mao Zedong. En estos 40 años la producción de China ha pasado de menos del 2 % del PIB mundial a más del 14 %, en dólares corrientes. Dentro de 20 años China representará el 20 % y ese aumento tendrá consecuencias todavía más visibles.
El año 2008 puede quedar en los libros de Historia como el del fin de la hegemonía occidental. China es ya la segunda potencia mundial y su combinación de economía capitalista y sistema político centralizado parece haber sido capaz de superar la crisis aunque se estén incubando graves problemas para sostener ese ritmo de crecimiento. Mientras, la hiperpotencia de los EE.UU. se debilita y Europa se hunde en el marasmo de su unión incompleta.
Pero la crisis del 2008 no es solo la crisis del mundo occidental superendeudado y envejecido. La crisis es también la de un sistema de economía globalizado que ha generado enormes desequilibrios con la participación tanto de Oriente como de Occidente.
El sistema es bastante simple de explicar. La apertura comercial y la explotación de una mano de obra joven, abundante, disciplinada y barata ha permitido a los países emergentes, y sobre todo a China, generar enormes excedentes comerciales y acumular un ahorro con el que ha financiado a bajo coste el endeudamiento de los países ricos en los que el acceso al crédito ha enmascarado los efectos de la desigualdad en el reparto de la renta. Gracias e ese recurso al crédito hemos podido creer durante algún tiempo más en la sostenibilidad económica de un modelo de crecimiento que tenía los pies de barro. España y EE.UU. son casos paradigmáticos de este proceso.
En una parte del mundo los trabajadores jóvenes emigrantes del mundo rural chino, donde quedan muchos más esperando la misma oportunidad, se mataban trabajando por salarios miserables mientras el ahorro forzoso así generado permitía a su país acumular enormes reservas. Y en el otro, los asalariados con empleos cada vez más escasos, más precarios y peor retribuidos consumían a crédito con la ayuda de una industria financiera lanzada a un proceso de disimular riesgos y enriquecer a sus dirigentes.
Son esos desequilibrios los que han producido y transmitido la crisis. Los occidentales no podemos ya continuar endeudándonos para financiar el crecimiento. Mas bien la cura de desendeudamiento provocará una recesión más larga de lo que nunca pudimos creer en el 2008. Tendremos que inventar otros sistemas que deberán pasar por un mejor reparto de la renta, con o sin una explosión social que lo haga posible.
Y los países emergentes excedentarios deberán encontrar la forma de un desarrollo más autónomo, menos creador de desequilibrios, que repose más en la demanda interna que en la exportación, lo cual también requerirá un mejor reparto de la renta, también con o sin revolución social, para poder financiar el mayor consumo interno. Este proceso ya está en marcha con las reivindicaciones salariales en China, pero hay un largo camino por recorrer en un desarrollo más autocentrado, menos inegualitario y más coherente con su situación demográfica. Y Alemania, la otra gran potencia exportadora, también debería avanzar en ese reequilibrio entre exportaciones y demanda interna, lo que también requiere un aumento salarial y menos obsesión antiinflacionista.
Y todo eso sin contar con la crisis ecológica que hace impensable que el modelo energívoro que hemos practicado en Occidente se extienda al conjunto del planeta.
Este es el panorama al que se enfrenta Obama reelegido para un segundo mandato. Justo cuando empieza el 18 congreso del PC chino que, por procedimientos diametralmente opuestos a los de las elecciones made in USA, elegirá a los nuevos lideres de China. La pareja determinante de los destinos del mundo, que ya se llama Chinusa o Chimerica, estrenará nuevos dirigentes y, como en los tiempos de Nixon y Mao será muy importante su sintonía.
En Europa mientras tanto, la perspectiva de una crisis del euro parece haberse alejado desde que el BCE anunció su programa de compra de Deuda pública, aunque no lo haya puesto en práctica porque ni Rajoy ni Monti lo han solicitado. Ni lo harán mientras los tipos de interés se mantengan en el entorno del 5 %, lo que es más probable para Italia que para España.
Los dirigentes europeos, con Merkel a la cabeza, parecen ahora completamente decididos a no dejar que Grecia salga del euro. Pero haría falta que aceptaran los dos años suplementarios que pide para reducir el déficit por debajo del 3 % y desembolsar sin mas dilación los 31.000 millones de euros de ayuda ya concedida.
La puesta en práctica de la Unión Bancaria, cuyo principio ya fue aprobado en junio, se ha precisado después de un pulso entre Francia y Alemania en la que cada una consigue y cede algo. Todos los bancos serán sometidos a supervisión del BCE como quería Francia, pero se retrasa hasta el 2014, como quería Alemania. Con lo cual el Mecanismo Europeo de Estabilidad no podrá ayudar directamente a los bancos españoles como estaba previsto. Habrá que ver cuales serán las consecuencias de este retraso. Por ésta y por otras razones, como las próximas elecciones en Catalunya que tendrán un valor pre-referéndum sobre la propuesta soberanista de CiU, en Europa se observa con preocupación nuestras dificultades políticas y económicas.
Ahora lo más urgente es la aprobación de las Perspectivas Financieras para el periodo 2014-2020. La Comisión propone mantener el gasto anual en el escuálido 1 % del PIB europeo. Pero el Reino Unido quiere disminuirlo y amenaza con su veto. Tampoco está clara la posición alemana. Con lo que parece que la salida de la crisis no apunta hacia “más Europa”, al menos en su dimensión financiera. Y cuanto menos Europa haya, más pesará Chinusa en el destino del mundo.
Josep Borrell, La República de las Ideas, 10-11-2012