Venezuela gira página

La muerte suele ser la hora de las alabanzas. Lo ha sido también para Chávez, caudillo de la “revolución bolivariana”, con 32 jefes de Estado y gobierno reunidos en su funeral.

Pero incluso en su momento final, Chávez ha aparecido como el personaje controvertido que fue y que deja detrás un país dividido y una herencia no menos controvertida. Una parte muy importante de su pueblo, la beneficiada por sus políticas sociales, ha expresado su sincero dolor pero algunos de sus enemigos han brindado con champaña.

Sus vecinos lamentan sinceramente su desaparición, como las subsidiadas Cuba o Nicaragua, pero también Bolivia y Ecuador. Incluso Colombia, con quien estuvo a punto de entrar en guerra, ha reconocido su contribución al proceso de paz con la guerrilla. Menos en Brasil y Argentina y casi nada en países más alejados geográfica e ideológicamente como Chile. Pero todos, incluso el chileno Piñera acudieron a Caracas. Europa estuvo ausente, solo España fue representada por el Príncipe Felipe. La izquierda europea clásica no le tenía ninguna simpatía, pero atraía a los movimientos a la izquierda del socialismo, como es el caso de Melenchon en Francia, que denuncian un acoso y denigración permanente por parte de los medios occidentales.

En EE.UU. Obama se ha mostrado circunspecto pero los republicanos han bailado sobre el cadáver del que consideraban un “indeseable dictador”. Pero en realidad Chávez ganó cuatro elecciones presidenciales, otras tantas parlamentarias y cinco referéndums. Solo perdió uno por un punto de diferencia. Sus holgadas mayorías han sido certificadas como limpias por los organismos internacionales, la Unión Europea incluida. Que con este récord le acusen de “dictador” los mismos que engendraron a Pinochet, apoyaron a Franco y propiciaron el golpe militar contra Chávez en el 2002 ilustra la hipocresía con la que la política exterior americana divide al mundo en amigos y enemigos. Una dualidad que también cultivó Chávez.

Cualquiera que sea el juicio que merezca la eficacia de sus políticas, quiso apasionadamente un mundo más justo y es incontestable que en Venezuela redujo la dramática desigualdad entre los muy ricos y la masa de los muy pobres a los que les dio conciencia de su condición de ciudadanos. Hasta el New York Times reconoce que integró en el sistema político a los que vivían marginados en la extrema pobreza de sus barios de chabolas.

Y gracias a su apoyo electoral gobernó 14 años con un liderazgo carismático y provocador, con un régimen populista adorado tanto como contestado dentro y fuera de sus fronteras. Se le acusa de haber creado una división entre la masa de desheredados y las clases medias y altas, ¿pero esa división no existía ya reprimida antes de él?. Se inspiraba en el castrismo cubano, el peronismo argentino y un anti-imperialismo touts azimuts para dar sentido a una “revolución bolivariana” que ahora tendrá que sobrevivir sin el.

Después de un intento de golpe de Estado, llegó democráticamente al poder en 1998 en un país asolado por la corrupción y el mal gobierno de los partidos tradicionales, algunos miembros de la Internacional Socialista, y también por la caída de los precios del petróleo que entonces llegaba al mínimo de los 9 $% barril. Quiso inventar nada menos que el “socialismo del siglo XXI” (que buena falta hace) y pudo financiar sus generosas políticas sociales gracias a que durante su mandato el precio del petróleo se duplicó llegando a tocar los 150 $.

Su muerte se produce pocos días después de la aplastante victoria electoral de Correa en Ecuador. No eran personajes parecidos, el militar golpista sobreviviente a su vez de un golpe de Estado y el académico doctorado en Lovaina y en EE.UU. Pero ambas experiencias tienen muchos puntos en común y el primero de ellos es ciertamente la lucha contra la pobreza a través de la distribución de la renta petrolera de sus países, a lo que sus detractores atribuyen sus victorias electorales.

No se puede negar que durante esos años la reducción de la pobreza en Venezuela ha sido espectacular. Era la gran ambición del chavismo y las estadísticas de la ONU lo demuestran. A finales del siglo XX el 49 % de la población de Venezuela, vivía en la gran pobreza. En el 2011 se ha reducido al 27 %.Y Venezuela es hoy el país menos desigual de América Latina como reconocen las estadísticas internacionales solventes.

Chávez ha distribuido mas de 400.000 millones de $ del maná petrolero a través de múltiples programas sociales que subvencionaban la educación, la alimentación, la salud y la vivienda. Venezuela podía permitírselo, es el primer productor de petróleo de América Latina, el quinto mundial y con una de las mayores reservas conocidas. También hubiera podido permitírselo antes de Chávez, pero sus predecesores ignoraban la miseria de las clases populares y el petróleo solo beneficiaba a una oligarquía.

Es lógico que esta distribución de la riqueza nacional, esa prodigalidad que algunos consideran el mayor despilfarro de riqueza pública de la historia latinoamericana (sin considerar en que se invertía antes esa riqueza) le haya dado al “comandante” Chávez una gran popularidad entre las clases populares venezolanas. Pero ese uso de la renta petrolera ha generado un clientelismo político y una extendida corrupción. Los contra poderes políticos se han debilitado, la economía esta minada por la inflación y el país es totalmente dependiente de las importaciones. Y según todos los testimonios, la inseguridad no ha disminuido con la disminución de la pobreza sino que alcanza limites explosivos.

Según el gobierno en el 2012 Venezuela tuvo una tasa de homicidios del 55,2/100.000 habitantes, lo que le situaría en el tercer lugar mundial después de Honduras y Guatemala. Pero los datos no oficiales hablan de 70/100.000. En todo caso la situación no ha dejado de empeorar y Caracas es la ciudad mas peligrosa del planeta. De momento esa violencia no es el resultado de la división política del país pero hay todavía demasiada pobreza e instituciones demasiado débiles.

Además de inseguro, Venezuela es hoy un país económicamente débil. La “revolución bolivariana” ha privilegiado lo social en detrimento de la economía. Sus indicadores sociales han mejorado mucho pero no los económicos. La pobreza y la mortalidad infantil se han reducido a la mitad, el coeficiente de Gini ha bajado del 0,49 al 0,32,el mas bajo de Latinoamérica. Pero no ha sentado las bases de un desarrollo sostenible capaz de competir y de producir los productos que solo se alcanzan con las importaciones pagadas con petróleo, que representa a su vez el 97 % de las exportaciones.

El sector privado se ha reducido a la mitad, la Deuda pública se ha multiplicado por cuatro, la inflación está en el 22 %, importa el 80 % de los bienes que consume, hay una penuria crónica de productos alimentarios básicos y acaba de devaluar su moneda un 31 %. El PIB ha crecido pero solo siguiendo las fluctuaciones del precio del crudo. Chávez ha obligado a las compañías extranjeras a revisar sus contratos de extracción de crudo pero la empresa nacional, la PDVSA, ha perdido en eficacia. Hace 10 años producía 3,1 millones de barriles día con 23.000 trabajadores y hoy solo 2,4 con 120.000 asalariados.

Este es el talón de Aquiles que deja en el interior del país el controvertido Chávez. En la escena internacional ha provocado a los poderes del planeta, especialmente los EE.UU., y predicado la liberación de los pueblos, pero ha apoyado a regímenes impresentables desde Gadafi al sirio Al-Assad, pasando por el régimen iraní y el de Corea del Norte. Claro que en materia de dobles lenguajes y de apoyo a dictadores, algunos de los mismos que acabo de citar, los occidentales no tenemos lecciones que dar a nadie. Basta recordar lo que hemos hecho los europeos con los tiranos del norte de África antes de que la primavera árabe nos abriera los ojos.

En Venezuela se ha girado una página de su historia que no se puede comprender fuera del contexto que representa la brutal desigualdad que padece Latinoamérica. Queda por saber que será del “bolivarismo” sin Chávez. De momento, como era de esperar, el precio del petróleo se ha disparado anticipando una posible escasez propiciada por lo que pueda ocurrir en Venezuela ahora que el caudillo provocador al que el Rey de España quiso callar, de una forma bastante inapropiada, se ha callado para siempre.

Josep Borrell, La República de las Ideas, 11-03-2013

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