El culebrón de Bárcenas y de la dirección del PP es la parte “folclórica” natural y más cutre de un sistema que en sí mismo es rapaz a gran escala y en el cual la derecha se ha movido siempre como pez en el agua en el amiguismo, el clientelismo, las corrupciones y las corruptelas. Con ello quiero decir que la corrupción y las corruptelas forman parte del régimen y que la derecha nominal y real ejerciente siempre ha sido la portadora-defensora de esta realidad al considerar que la “libertad” -económica, de mercado, de especulación- es parte inherente del sistema que, púdicamente, llaman democrático.
El problema se hace crónico y estructural cuando las organizaciones que se califican de izquierdas, moderada o socialdemócrata y con tendencia social liberal progresiva, o revolucionaria, transformadora, anticapitalista y partidaria del cambio de sistema, asumen gradualmente los mismos comportamientos que la derecha, considerándose, como ésta, interpretes únicos de la realidad ante la ciudadanía defraudada. Cuando en un tiempo histórico corto se mezclan las Filesas, las Gürtel, las campeones, Palaus, ERES y Bárcenas, toda la política queda emponzoñada por la corrupción o por la sospecha de que todo es corrupción. Y entonces pasan dos fenómenos concatenados: la desafección a la política por intrínsicamente corrupta y la aceptación de la corrupción como parte de la vida, “el que no roba es porque no puede”.
Lejos me ha llevado Bárcenas en esta sucinta explicación ante su encarcelamiento. Sólo añadir que, visto lo visto, los principales dirigentes del PP están claramente implicados y concernidos y, sin embargo, aunque sus expectativas electorales se reduzcan, mantienen un nivel de adhesión muy alto. Es una muestra más de la necesidad imperiosa de no hacer desde la izquierda real sólo una política de movilización y lucha contra los recortes y políticas neoliberales, y dar ejemplo de honradez, sino, además, impulsar una profunda acción ideológica y cultural permanente que contribuya a democratizar la mentalidad colectiva y liberarla de mentiras.
Francisco Frutos, La República.es, 01-07-2013