La lucha contra la guerra y por la paz, siendo una de las principales señas de identidad del pensamiento comunista y de la izquierda real, está en sus niveles históricos más bajos
Abajo quedas tú, Inglaterra,/
vieja raposa avarienta/
que tiene parada la historia de Occidente hace/
más de tres siglos, y encadenado a Don Quijote…
¡Raposa!
¡Hija de raposos!
León Felipe, Vieja raposa
En esta misma denuncia poética entran los EEUU de América, herederos directos de los piratas e imperialistas ingleses, y la Francia colonial de las matanzas de Vietnam y Argelia, la Francia de las izquierdas desteñidas y de la nostalgia imperial. Siguen a los tres jinetes del Apocalipsis una caterva de socios de intereses, entre los cuales destacan los fascistas integristas del Golfo, el sionismo terrorista y los sirvientes lacayunos y cómplices estratégicos o circunstanciales, de primera, segunda y tercera fila, así como los colaboradores “necesarios” del izquierdismo retórico.
Raposos son los que dirigen los imperios, el capital, los que tienen como máxima divisa el egoísmo. Raposos no son los pueblos, los pueblos ven y callan muchas veces. Pero a los pueblos se les debe recordar y repetir hasta que se lo aprendan y actúen las palabras de Martin Luther King: “Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los perversos como del estremecedor silencio de los bondadosos”. Ahora mismo, la mayoría de ciudadanos/as de EEUU, Francia, Reino Unido y, estoy convencido, de todos los países, están contra la guerra. En EEUU, sólo un 9% parece quererla y apoyarla; en Francia y Reino Unido, algo parecido. Sin embargo, sus gobiernos, ejércitos y principales medios de comunicación y propaganda, la defienden. Han estado durante más de 2 años inventando, cultivando y mimando la manipulación y la mentira y ni siquiera tienen la decencia de dar marcha atrás aunque sea en silencio, sin necesidad de disculparse. Ellos crearon al malvado enemigo y a los “libertadores”, a los que bautizaron como “rebeldes”, a pesar de la constancia universal de que la mayoría eran mercenarios y terroristas. Los financiaron y armaron hasta los dientes, el resultado está ahí: derrotados política y militarmente, ahora tienen que ser rescatados por los bombardeos que están pidiendo desde el principio. Veremos el desenlace, pero una cosa es cierta: el Iraq que liberaron los tres de Las Azores es un país destruido y enfrentado con miles de muertos en atentados terroristas, lo mismo que la Libia que tenían que salvar de su “tirano”, a pesar de que era el país de África con unas condiciones de vida más altas y justas para toda la población.
Ahora, veamos lo que sucede aquí en relación al problema y cuál es la actitud de cada cual, después de aclarar cuatro cuestiones elementales para que no haya equívocos. En la teoría y en la práctica, una organización revolucionaria o, simplemente, de la izquierda real, no puede eludir algunas cosas sin las cuales ni es revolucionaria ni es de izquierdas. La primera es la defensa radical de la justicia social y de la igualdad: que coma todo el mundo, que se cure cuando enferma y se eduque siempre, que tenga techo. La segunda, y ligado a lo anterior, defender que la palabra, la política, la paz y el diálogo presidan la vida colectiva sin dejar paso a la violencia y a la guerra de agresión. La guerra lo destruye todo y no deja margen de maniobra política. La violencia sólo es legítima cuando la explotación, la opresión y la represión llegan a límites intolerables y no hay otra forma de acabar con ellas, o cuando se resiste a una agresión como la que produjo el levantamiento fascista contra la IIª República. En Iraq, Libia y Siria había problemas sociales, discriminaciones e injusticias, como en todas partes, como en EEUU o en España, por ejemplo, pero no hambre, falta de servicios fundamentales, o de derechos políticos básicos, ni un odio étnico o religioso generalizado que lo penetra todo, que ha sido creado por los agresores para dividir y enfrentar a las clases populares. Los agresores del capitalismo y del imperialismo internacional han asesinado a miles de personas, destruido pueblos e infraestructuras, sembrado miseria, y peligros de una guerra generalizada en la zona y en el mundo. Pueden estar orgullosos.
En 2003, el PP y Aznar se lanzaron a tumba abierta a la guerra. La dirección del PSOE, encabezada por Zapatero, se puso al frente de todas las pancartas del no a la guerra. Pura politiquería y demagogia contra el PP. Después, el PSOE ha participado en todas las guerras, como antes lo había hecho en Yugoslavia, con Javier Solana de Secretario General de la OTAN. Actualmente, el PSOE es aún más belicista que el PP exigiendo la intervención armada rápida y contundente en Siria. Elena Valenciano, como antes Carme Chacón y Trinidad Jiménez, parece más una aguerrida chusquera de La Legión que no la Vicepresidenta de un partido llamado, todavía, socialista. Parece ser que el PSOE ha apostado por el feminismo bélico para ser buen interlocutor del “socialismo” bélico francés del señor Hollande.
No sé cómo acabará la situación actual, pero debería quedar claro para todo el partido, empezando por su dirección, que la lucha contra la guerra y por la paz, siendo una de las principales señas de identidad del pensamiento comunista y de la izquierda real, está en sus niveles históricos más bajos, confusos y pasivos. Nuestra responsabilidad como partido sería contribuir a crear, o recrear, un gran movimiento por la paz y contra la guerra, e implicar a fondo a IU en ello, para no dar la apariencia de una equidistancia ante los conflictos bélicos por no ser algo que ataña a la lucha social en España y en Europa. La lucha contra la guerra y por la paz es algo fundamental en la lucha social, entre otras cosas porque, además de evitar la muerte y la destrucción, impediría que se derrocharan en armamento los recursos destinados a salarios y pensiones, a la salud y a la educación. Es elemental ligar lucha social y lucha real, no sólo declamatoria, contra la guerra.
Francisco Frutos, Mundo Obrero, 28-09-2013
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