El PCE debe visualizarse como el proyecto político e ideológico que se caracteriza por plantear situaciones, soluciones y propuestas más allá de la coyuntura del momento
La dirección de Mundo Obrero me ha pedido que escriba mi opinión sobre el próximo XIX Congreso del PCE. Dado el espacio del que dispongo, solamente puedo hacer unas reflexiones a vuela pluma que nacen tanto de mi experiencia de 41 años de militancia en el Partido y con altas responsabilidades en el mismo, como de mi personal obsesión, inducida por el Manifiesto-Programa de 1975, de concretar un contrapoder político, social y cultural que construya lo que hemos convenido en denominar La Alternativa, la triple alternativa: de Gobierno, de modelo de Estado y de Sociedad. Debo añadir que junto a todo ello, tengo muy presente también la experiencia del fracasado proyecto de Manifiesto–Programa que el XVII Congreso puso en marcha. Fracaso imputable a deficiencias estructurales y personales, pero también a prácticas obstruccionistas sistematizadas en diversos niveles de nuestra organización: autonómicos, provinciales y locales.
Creo que el XIX Congreso debe, desde la consciencia de que los tiempos reclaman decisiones audaces, innovadoras y efectivas, preparar los ejes de un inmediatamente próximo XX Congreso que refunde el PCE. Al contrario que en Noviembre de 1959 y en Bad Godesberg, donde la Socialdemocracia alemana abandonó el marxismo y asumió la llamada economía de mercado, para mí refundar el PCE es ir a las fuentes del comunismo marxista, depurar las excrecencias acumuladas como consecuencia del devenir histórico y plantearse, con carácter de impulso para la acción y organización consecuente, una pregunta clave: ¿Cómo hubiesen escrito hoy Marx y Engels el Manifiesto Comunista de 1847-1848?
Asumir ese reto, tan necesario a mi juicio, significa que el XIX Congreso debiera impulsar un proceso de discusión y de práctica política comenzando por elegir una dirección dispuesta a ello y desde luego donde desapareciesen los dirigentes del cuoteo por federaciones o los electos “honoris causa”. El que en todas las direcciones y en todos los niveles ocupen un lugar quienes se apresten a dedicarse enteramente a ello, es la piedra básica. También significa que, a partir de ese momento, el concepto militancia debe ir unido a tarea específica, ineludible, libremente aceptada y asumida en el día a día. Y ello significa también un esfuerzo colectivo y personal para que nuestras reuniones lo sean organizadas, sistematizadas y con un carácter político alejado de las discusiones a imagen y semejanza de las tertulias. Para ello, las direcciones deben renovarse, cambiar o aceptar consecuentemente la nueva situación.
¿Qué cuestiones conlleva el proceso de debate y organización consecuente? A mi modo de ver y en apretadísima síntesis, indico algunas:
Sustituir la apelación a la ”unidad de la izquierda” por la de “unidad popular”, “unidad de la mayoría” o el de “construir un contrapoder”. La “unidad de la izquierda” lleva inherente, a causa de su puesta en práctica, confusión y exclusiva traducción institucional en función de las siglas y la opinión publicada.
El PCE no puede ser una IU duplicada. Hicimos una apuesta hace años y ello significaba y significa otro tipo de estructura organizativa y de funcionamiento.
El PCE no puede ligarse a ninguna central sindical específica. Somos parte del Movimiento Obrero y como tal parte estableceremos nuestras alianzas en función de programas, prácticas y valores. La Historia de las últimas décadas me excusa de mayores comentarios.
El PCE debe asumir y desarrollar en toda su plenitud el concepto gramsciano de hegemonía y ello es inseparable del estudio, el debate teórico y práctico y la capacidad organizativa de trasladar propuestas como tal PCE o a través de sus militantes donde quiera que ellos estén incardinados.
El PCE debe visualizarse como el proyecto político e ideológico que se caracteriza por plantear situaciones, soluciones y propuestas más allá de la coyuntura del momento. Esto último debe hacerse en las instancias unitarias en las que estemos.
Los métodos de elaboración de materiales y de discusión de los mismos no pueden seguir siendo los del llamado “informe-río” en el todo cabe y nada se debate en serio.
La estructura federal del PCE es la que conlleva un concepto de unidad de debate, acción y control para todo el Estado español. Una organización federal es aquella que construye su unidad de otra manera. Y unidad significa jerarquía democrática.
La entidad del llamado sujeto revolucionario debe ser analizada a la luz de los tiempos actuales. La clase obrera ya no es en exclusiva la que puede protagonizar el cambio. Y no es un problema de alianzas sino de Bloque Plural Alternativo que, además de combatir como un contrapoder en gestación permanente, va elaborando y poniendo en práctica experiencias de organización social alternativa. Somos una fuerza de lucha, pero ello es inseparable de la construcción de la alternativa.
Creo que no podemos seguir demorando el enfrentarnos mejor organizados, desde nuestra opción ideológica y política, a los tiempos excepcionales en que nos hallamos.
Julio Anguita, Mundo Obrero, 19-10-2013