Derecho a decidir, ¿qué?

 

Habría que preguntar a los promotores del proyecto independentista qué defienden en relación con Europa. ¿El nuevo Estado europeo incluiría la “regla de oro” del déficit cero en su Constitución?

Tradicionalmente aquí todos hemos sido europeístas: la izquierda porque creíamos en el mito del modelo social europeo, los nacionalistas porque creían en el del federalismo europeo y la derecha post-franquista porque comprendió pronto de qué iba de verdad la construcción europea. El mito del modelo social europeo sostenía la ilusión de que se consolidarían sin esfuerzo, e incluso mejorarían, las conquistas obreras. Para los nacionalistas, el avance del federalismo europeo conduciría a una evaporación indolora de la opresión española. En resumen, que Europa nos iba a arreglar lo de 1936 como premio a la ejemplar transición. Los ganadores de 1936, por su parte, en ningún momento tuvieron motivo para desconfiar de Europa; el tiempo les ha dado la razón como muestra lo bien que la oligarquía económica del franquismo ha sido capaz de europeizarse y globalizarse y la naturalidad con la que cabalgan junto a demócratas como Barroso, Rehn y de Joncker.

La persistencia del mito europeo, cuarenta años después, es inexplicable, pero ahí sigue. Ahora, ha surgido una nueva variante: Cataluña, un nuevo Estado en Europa. Se puede comprender que se esté harto de España, visto el panorama. Quienes no tenemos derecho a decidir y estamos condenados irremediablemente a ser españoles no podemos dejar de mirar a Cataluña con cierta envidia; al menos pueden soñar. Pero, ¿soñar con qué? No voy a referirme a las hipotéticas barreras jurídicas que se levantarían contra la integración de ese nuevo Estado sino a lo que quedaría una vez alcanzada la meta: para la izquierda, la respuesta la dio Draghi hace casi un año en el Wall Street Journal, “la Europa Social ha dejado de existir”. Para los nacionalistas, la mejor opción es pasar a ser una nueva Eslovenia que, por si no se sabe, es la próxima candidata a ser rescatada por la “troika”. Es posible que esto le baste a Mas, Durán y Homs. Pero, ¿es esto lo que más interesa a los trabajadores catalanes? Se podrá salir de España, pero de la Unión Europea, eso está fuera de la cuestión. Y una vez eliminado Madrid, siguen quedando Bruselas y Frankfurt.

De modo que habría que preguntar a los promotores del proyecto independentista qué defienden en relación con Europa. ¿El nuevo Estado europeo incluiría la “regla de oro” del déficit cero en su Constitución? ¿Mantendría la prioridad de los pagos de la deuda sobre cualquier otro compromiso? ¿Suscribiría el Pacto de Estabilidad y Crecimiento? La izquierda catalana no puede obviar esta cuestión. La crisis está haciendo estallar las costuras del modelo de la transición y la movilización catalanista es otra manifestación más de ese fiasco. Pero haría bien la izquierda catalana en recordar la jugada de Tarradellas y el coste que tuvo para ella y para el movimiento opositor al franquismo en todo el Estado. Como harán bien el resto de las izquierdas, revisando las abstracciones de la “Europa de los pueblos y los trabajadores” y el “Estado Federal Solidario” para poder contraponer una alternativa política operativa a los mitos soberanista y europeísta.

Javier Navascués es Profesor de Organización Industrial de la Universidad de Sevilla. Ha ocupado diversas responsabilidades en la dirección de IULV-CA y del PCA. Entró a participar en Convocatoria por Andalucí­a en 1985 y se afilió al PCE en 1987. 

Javier Navascués, Mundo Obrero, 30-10-2013

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