Entrevista con un miembro de la dirección del Partido de los Trabajadores de Brasil
Los medios de comunicación están muy oligopolizados… Son el principal instrumento de la oposición contra nosotros
Además de vicepresidente de la Fundación Perseu Abramo, que es la fundación del Partido de los Trabajadores de Brasil, y miembro de la dirección del PT, Iole participó en la Fiesta del PCE como representante del Foro de Sao Paulo. Intervino en el Seminario Internacional dedicado al legado de Salvador Allende, organizado conjuntamente por el Partido de la Izquierda Europea (PIE) y el Foro de Sao Paulo y lo hizo para hablar de las enseñanzas aprendidas de la Unidad Popular (1970–1973) para los procesos de cambio en América Latina. Durante su estancia, en un desayuno con Mundo Obrero, analizó lo positivo de las protestas del pueblo brasileño en el sentido de querer un cambio profundo del sistema con una mayor democratización y reparto de la riqueza.
Mundo Obrero: Ha llamado mucho la atención el tratamiento dado en los medios a las protestas de este verano en Brasil. ¿A qué se debieron, cómo surgieron y qué pasó con la represión ejercida?
Iole Iliada: Antes que nada creo que es importante decir que la posición oficial de mi partido, de todos los sectores del mismo, y también del gobierno, es que las manifestaciones fueron muy positivas. Significa que el pueblo de Brasil, después de haber tenido una mejoría en sus condiciones de vida, de tener mejor empleo, mayor salario y mayor acceso a bienes de consumo… pues después de esto quieren más. Y para nosotros es muy positivo que sea así.
También es positivo porque lo que el pueblo está demandando es más Estado. Salieron a las calles para reivindicar más transporte público, más educación pública, más salud pública… También lo hicieron para protestar contra la clase política porque hay un descrédito general respecto a los políticos. Y esto se da en gran medida porque el pueblo percibe que hemos hecho cambios muy importantes en Brasil pero tenemos que hacer más. Y estos cambios más profundos necesitan de reformas estructurales y estas reformas van a tocar los intereses de las clases dominantes. Así que no hemos podido hacer estas reformas porque los partidos conservadores, de derechas, los que representan el gran capital y los grandes intereses, tienen mayoría en el Congreso y lo impiden.
El pueblo, en resumen, salió a pedir más Estado, cambios más profundos y, de alguna manera, para criticar el sistema político brasileño que no permite esos cambios. A nosotros nos parece estupendo y así lo ha dicho la presidenta en la cadena nacional de radio televisión.
Lo que pasó es que, en un primer momento, las manifestaciones nos sorprendieron a todos. La izquierda más tradicional, los partidos, los sindicatos, siempre nos sorprendemos cuando el pueblo sale a la calle sin que hayamos sido nosotros quien les ha convocado. Hubo una sorpresa inicial. La derecha y los medios de comunicación condenaron las protestas diciendo que los manifestantes eran sujetos subversivos y que tendrían que ser reprimidos con violencia.
De hecho, una de las grandes manifestaciones en Sao Paulo fue reprimida con una violencia increíble y totalmente desproporcionada, no sólo contra quienes protestaban sino contra toda la población, ya que se realizó en una avenida céntrica a la hora punta de salida del trabajo y la policía cargó contra todos, incluidos los periodistas.
Esto produjo una gran solidaridad en la población en general que multiplicó la asistencia a las protestas rechazando esta violencia policial. Aquí hay que aclarar una cosa importante y es que Brasil es un estado federativo y quien controla la policía son los gobiernos de cada estado. Y la policía que reprimió con violencia estas protestas fue la policía del gobierno del estado de Sao Paulo, que no está en manos del PT ni de la izquierda; está en manos de la derecha.
Nuestro partido y nuestro gobierno, condenaron esta represión policial desde el primer momento y apoyaron las manifestaciones.
Evidentemente, esto es un proceso complejo. Los medios de comunicación después de criminalizar las protestas en un primer momento, vieron que podían canalizar esas protestas para actuar contra nosotros. Y a partir de este momento hubo una disputa de las calles. La derecha fue a la calle y la izquierda también. Hubo una disputa de los significados y de los rumbos de estas protestas.
Las manifestaciones se iniciaron en junio como protesta en contra de los aumentos de las tarifas de autobuses. Pero, además, coincidió con la Copa de las Confederaciones de Fútbol y hay una cierta revuelta popular porque los precios de las obras son caros y los precios de los ingresos muy altos. Y el pueblo tiene el sentimiento de que está pagando el coste de las obras y que ni siquiera va a poder asistir a los encuentros porque las entradas son muy caras. Eso es también un problema que nuestro gobierno tiene que atender.
Ahora no tenemos manifestaciones grandes. Tenemos algunas específicas, especialmente en el estado de Río de Janeiro, que es un estado gobernado por el PMDB, donde hay un gran rechazo al gobernador, que tiene una popularidad muy baja. Son manifestaciones localizadas de 60, 100 personas, pero ya no hay aquellas manifestaciones de uno y dos millones.
La evaluación, en conjunto, es que fue positivo y ha impulsado a nuestro gobierno a tomar medidas más a la izquierda, en salud, educación… Fue importante para nuestro Partido. Hace años que estamos intentando implementar una reforma del sistema de partidos políticos. Y antes de las protestas no teníamos apoyo en la población para hacerlo. Ahora todas las encuestas muestran que el pueblo está apoyando lo que nosotros defendemos, que es la financiación exclusivamente pública de las campañas electorales, que hoy están financiadas por las grandes empresas. El pueblo ha percibido que es ahí donde está la fuente de la corrupción, que las empresas pagan y así compran los votos de los políticos.
Y la otra modificación importante es que defendemos que el voto se realice sobre listas partidarias, ya que hoy se vota a personas, lo que crea una gran distorsión y personalización del voto.
Claro que esto depende de la votación del Congreso, y éste no quiere cambiar las reglas ya que fue elegido con ellas.
En el momento de las protestas la popularidad de nuestro gobierno y de nuestra presidenta Dilma Rousseff bajó mucho, pero ya ha comenzado a subir nuevamente, y lo hace de una forma consistente ya que ha visto que el gobierno está reaccionando bien y está tomando las medidas que queríamos realizar.
Yo he dicho que todo esto se pasaría y que medir la popularidad en aquel momento era como medir la presión cardiaca después de que alguien se ha llevado un susto. Evidentemente es alta, pero no es hipertensión.
M.O.: ¿Esto implica una reforma constitucional?
I.I.: No necesariamente. Para hacer una reforma más profunda sí, pero para cambiar estos puntos y alguno más no es necesaria una mayoría cualificada.
M.O.: Una cosa que sorprendió desde España fue el hecho de que Brasil diera asilo político a un parlamentario boliviano acusado de corrupción, con los problemas que podría haber causado entre estos dos países amigos que luchan ambos contra la corrupción.
I.I.: Es extraño, pero es comprensible y tiene que ver lo que hemos debatido estos días en el Seminario sobre la experiencia del gobierno de Unidad Popular en Chile. Muchas veces, aunque la izquierda esté en el gobierno, en la burocracia del Estado hay gente que no es de izquierdas, que está trabajando desde hace años con los gobiernos de derecha que gobernaban anteriormente y que continúan al servicio de ellos. Y es lo que pasó en el caso del senador boliviano.
Los funcionarios de la embajada del Brasil actuaron sin la autorización de nuestra presidenta ni del canciller. Estamos convencidos de que lo hicieron de forma coordinada con políticos de la oposición. Ese senador boliviano fue condenado en su país por corrupción comprobada. Se asiló en nuestra embajada. Y la tradición es que cuando un ciudadano de otro país se asila en nuestra embajada, aunque sea un ladrón, se abra una negociación. Nuestro gobierno estaba en negociaciones con el gobierno de Bolivia, con el que tenemos excelentes relaciones, cuando sucedió esto. Nuestro gobierno está absolutamente en contra de lo que hizo el embajador hasta el punto de que la presidenta llamó al canciller, Antonio Patriota, Ministro de Asuntos Exteriores, y aunque éste no sabía lo que pasó perdió su cargo, por su omisión, y ha sido reemplazado por un nuevo canciller. Los dos funcionarios de la embajada, como tienen una carrera técnica, no perdieron.
La ministra asumió personalmente todas las conversaciones con Evo. Hablaron, resolvieron y hubo una petición oficial de disculpas, aunque el gobierno no era responsable.
Este episodio fue importante porque la derecha apoyó el acto de asilo de los funcionarios de la embajada, calificándolo de acto heroico, como si el senador fuera un prisionero político de una dictadura. Y hubo una presión para que la presidenta lo resolviera. Y nuestra actitud fue la opuesta.
Pero la gran lección de este episodio es que en nuestras burocracias de Estado tenemos todavía gente que no está comprometida con nuestro proyecto, sino con el proyecto de nuestros adversarios, y está minando nuestro trabajo desde dentro del Estado.
M.O.: Desde los medios de comunicación españoles se intentó comparar las protestas de Brasil con las que estaban sucediendo en Turquía y en Egipto a finales de junio y principios de julio. ¿A qué cree que se debe esa intencionalidad de intentar meterlas a todas en el mismo saco?
I.I.: Esto tiene que ver con lo que hablamos antes sobre la disputa de los significados de lo que pasó en Brasil, tanto desde los medios de comunicación nacionales como internacionales. Claro que se pueden encontrar similitudes: el tipo de manifestantes jóvenes; el hecho de que se organizaron a través de las redes sociales; son gente que tradicionalmente no está organizada en los movimientos sociales, en los sindicatos, en los partidos…; es una masa de gente que muchas veces sale a la calle por primera vez… Pero las causas y las reivindicaciones son completamente distintas. Y en el caso de las primaveras árabes, más.
Pero hay sectores interesados en potenciar esta comparación porque lo que la gente en Egipto, Túnez… salió con la intención de derribar al gobierno. Y a nuestros adversarios les interesa decir que la gente que sale a las calles en Brasil es porque también están en contra del gobierno y nos quieren derrumbar. Hubo muchas demandas distintas, pero, en ningún momento, salvo en algún pequeño sector protofascista localizado, fue en contra de nuestro gobierno o de Dilma. Ese intento de compararnos no se corresponde con la realidad.
M.O.: ¿Quién controla los medios de comunicación en Brasil?
I.I.: Es un problema en toda América Latina. Los medios de comunicación están muy oligopolizados. Están en manos de 3 ó 4 grandes empresas en todo el país. Los medios de comunicación son el principal instrumento de la oposición contra nosotros. Y ocurre lo mismo en nuestros países amigos. Difunden información distorsionada e intencionada, como hicieron a la hora de informar contra las protestas. Dijeron que eran en contra de la corrupción. En contra de la corrupción estamos todos. Pero decían ¿quién es el corrupto? El gobierno.
El ataque contra el partido y el gobierno es cotidiano. Y la culpa también es nuestra porque hasta ahora no podemos o no sabemos enfrentar la democratización de los medios de comunicación.
Claro que es difícil. Mira lo que pasa en Argentina, en Venezuela. Cuando se da un paso hacia la democratización, es decir que los sectores tengan la posibilidad de expresar su opinión, somos acusados de censura. Y en Brasil es un tema planteado por mi partido y mi gobierno, pero no hemos avanzado nada. Y esto es una autocrítica que tenemos que hacernos porque los medios tienen un poder enorme de influencia y, a pesar de Internet, los medios son los que forman la opinión.
M.O.: ¿Hay movimientos de Derechos Humanos que estén impulsando la investigación de los crímenes de la dictadura en Brasil?
I.I.: Hay asociaciones y mucha gente que desde la democratización lucha por el derecho a la memoria y la verdad. Por la investigación de lo que pasó y por la punición de los crímenes y torturas. El tema está más avanzado en otros países como en Argentina. Pero en el gobierno hemos creado la Comisión de la Memoria y de la Verdad para realizar esta investigación. Lo que pasó es que en la transición, en el proceso de redemocratización, hubo un pacto, que era el pacto posible en la época., que fue una ley de amnistía para que los exiliados que lucharon en contra de la dictadura fueran perdonados y pudieran volver a su país. Estábamos todavía bajo la dictadura.
Se amnistió a los nuestros que lucharon, pero también a los que torturaron y mataron. Y estamos luchando para revertir esta ley y sus efectos. Pero no es una lucha fácil, porque las fuerzas armadas se oponen alegando que es una revancha, que es del pasado, que la ley fue una ley importante para repatriar, que tocarla sería reabrir una herida.
Estamos en esta lucha. Incluso la Comisión de la Memoria y de la Verdad fue una negociación con una función limitada a la investigación para el conocimiento de la verdad. Algunos pensamos que debería ser una comisión no sólo con poderes de investigación sino también de acusación. Y claro, cuando se sabe la verdad se quieren pedir responsabilidades. Hay casos en los que se tienen pruebas muy contundentes y algunos tribunales locales empiezan a hacer algunos juicios y dictar sentencias de carácter punitivo para algunos de los involucrados en estos actos. Es importante subrayar que no se trata del pasado, ni siquiera de la punición de las personas que participaron, porque muchos están muertos o son mayores. Se trata del futuro. Si no se pune lo que pasó ¿por qué razón esa gente si tuviera oportunidad no lo haría de nuevo?. La sociedad brasileña está en contra de la impunidad. No es un tema del pasado, sino del futuro del país.
M.O.: Dentro de poco se celebrará el próximo congreso del PT. ¿Qué perspectiva tienen de cara a las elecciones del próximo año?
I.I.: Son unas elecciones muy importantes porque lo que está en juego es si vamos a tener la posibilidad de dar continuidad a nuestro proyecto o si la derecha va a retomar el gobierno del país. Nuestras posibilidades para la reelección de Dilma son muy grandes, según muestran las encuestas, pero no va a ser fácil. Probablemente, tendremos más de un candidato en la derecha, pero como habrá una segunda vuelta, se unirán en contra de nosotros. Así que somos conscientes de que van a ser unas elecciones duras, pero sabemos bien que el pueblo nos va a apoyar, no sólo por lo que hemos hecho hasta ahora, sino fundamentalmente por lo que vamos a ofrecer como perspectiva de futuro. Eso lo decimos desde la segunda elección de Lula y la primera de Dilma.
No podemos pensar que la gente, que está mucho mejor después de todos los años de nuestro gobierno, se va a contentar sólo con esto. Quieren más. Y el partido es consciente que para avanzar ahora necesitamos hacer reformas estructurales más profundas del sistema político, de los medios de comunicación, de la salud, de la educación. Reformas de carácter democrático y popular que distribuyan la riqueza y den más poder a la gente.
Estamos muy convencidos de que ganaremos en las elecciones, pero tan importante como eso es crear las condiciones para ganar con la suficiente fuerza que nos permita hacer esas reformas más profundas. Para nosotros el mensaje de la calle es “¡Queremos más!”. Y para que nosotros podamos hacer más necesitamos tener fuerza para enfrentarnos con coraje a los intereses de las clases dominantes brasileñas. Es importante decir que Brasil ha mejorado mucho, pero sigue habiendo muchas desigualdades.
M.O.: Desde Brasil, ¿Cómo veis lo que está sucediendo en Europa, el empobrecimiento, la privatización, las imposiciones de la Troika, el debilitamiento de la democracia?
I.I.: Lo primero que apreciamos es la similitud entre lo que le está pasando ahora a Europa y lo que pasó en nuestro continente en la década de los 80 y 90. Es muy interesante porque todas estas medidas fiscales, de privatización, precarización de las relaciones de trabajo, los ataques a la democracia, las reformas de las constituciones para retirar derechos… Todo eso se ha aplicado antes en América Latina. Hay algo muy simbólico cuando vemos las pancartas que se muestran en Europa en contra del FMI. Y esa era precisamente nuestra consigna. La crisis es una crisis del capitalismo, y es una crisis, por lo tanto, de la forma neoliberal del capitalismo, pero las medidas que se están tomando en Europa siguen el recetario neoliberal. Lo vemos con mucha preocupación porque hay crisis centrales y crisis que afectan el centro del sistema y que tienen efecto sistémico. Aunque nosotros ahora estemos mejor y nuestros gobiernos tengan una orientación distinta y resistimos mejor a la crisis que Europa, sabemos que si ésta sigue durante mucho tiempo nos va a afectar a todos.
Por eso esperamos que en Europa pueda suceder lo que pasó en América Latina, que el pueblo y la izquierda puedan llegar a los gobiernos para cambiar profundamente estas políticas que se están aplicando y superar el neoliberalismo.
Para nosotros, un elemento muy importante fue la recuperación de la soberanía y esta autoestima, que puede ser simbolizada por este acto de Dilma de cancelar la visita para ir a Estados Unidos después de desvelarse el espionaje realizado por los servicios secretos norteamericanos. Obama le llamó personalmente para que fuera allí a hablar y nuestra presidenta respondió que no.
Y cuando miramos hacia Europa pensamos que ese sentimiento de autoestima está muy fustigado. Cuando hablas con la gente tienes la impresión que el estado de ánimo es de desesperanza… Todos sabemos que el centroizquierda se ha comprometido con las políticas neoliberales y esto también desanima a la gente porque empiezan a pensar que no hay salida ya que todos defienden lo mismo.
Por lo tanto, los partidos de una izquierda verdadera tiene una labor fundamental que es recuperar el ánimo de la gente y mostrar que el cambio es posible. Si fuera posible en América Latina, en Europa, más temprano que tarde, también se realizará.
Mundo Obrero, 05-12-2013