En mi opinión, el artículo («El fin de la gran ficción europea») acierta en la proyección europea del resultado de las elecciones griegas. Los ciudadanos de los países PIGS (con sus connotaciones semánticas despectivas) del Sur no tienen por qué estar impunes y perpetuamente sometidos al pago de unos flujos monetarios (venta y compra de dinero) y de posteriores rescates financieros, que se lo montaron entre los financieros del Norte y los banqueros del Sur con el aval del BCE y los poderes fácticos de la UE. El cariz alevosamente depredatorio de tal «crisis» financiera se ve, además, agravado por la inexistencia, desde un principio, de una «armonía fiscal» europea, es decir, por la inexistencia de una fiscalidad común progresiva y redistributiva, lo que, como en las teorías nacionalistas del «déficit fiscal», «sistema de concierto» o «pacto foral», presupone una privilegiada exención de los más ricos y una penalización de los más pobres. En realidad, presupone un dramático empobrecimiento social. A los vigilantes del desarrollo efectivo de ese inicuo proceso se les llama la «troika». En este contexto, quiero creer que la victoria de Syriza puede significar el principio del fin del siniestro pacto del euro, que es el principal obstáculo para la progresión de la Europa de los ciudadanos o de una Europa federal (los Estados Unidos de Europa) y para el fin de la crisis y la recuperación económica y social.
Hay, sin embargo, cosas que me producen desconfianza. Syriza no es una formación política nueva. Sus políticos provienen casi todos de partidos implicados de uno u otro modo en la corrupción que generó la singularidad de la crisis griega. En ese aspecto, su caso es similar al de la élite de Podemos y de la nomenclatura de IU y del PSOE (No conviene confundir el PSOE con el PASOK; son organizaciones que no tienen nada o poco que ver). Ni hubo en Grecia un 15M, en el sentido de revolución ciudadana, ni Syriza conecta -menos aún que Podemos- con lo que fue el 15 M en España. La campaña ha girado poco sobre la CORRUPCIÓN política y administrativa. No hay posiciones sociales ni movimientos ciudadanos que pongan en solfa la corrupción y, con ello, el régimen de partidos que ha dado lugar a la partitocrácia. En España, aparte de Podemos, de IU y del PSOE -y de los nacionalistas-, siguen vivos algunos movimientos sociales y plataformas ciudadanas, que son causantes de que la CORRUPCIÓN aparezca en los primeros lugares del ranking de preocupaciones ciudadanas, que siga vigente la demanda de regeneración de la ética política, que hay análisis que mantienen el tema en objeto de debate político de primera plana, que prosiguen los requerimientos para acabar con los privilegios de los políticos y los agravios comparativos con los ciudadanos (caso de los pensionistas), etc. Precisamente, estos factores son determinantes para acabar con la singularidad de la crisis en Grecia y en España.
Rafa Núñez
Axarquía, 26/01/15
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