La actualidad obliga a retomar el hilo de la cuestión «nos merecemos lo que tenemos?». No es una cuestión pertinente en Andalucía. Cuando arribé a El Palo/Periana hace más de 13 años me preguntaba lo mismo sobre lo vivido y sufrido en Cataluña durante los lustros anteriores. Y otro tanto nos podemos preguntar sobre los gobiernos españoles (nacionales), especialmente desde 1981.
Quiero solo destacar una idea motriz que ha marcado mis análisis de la campaña y resultados autonómicos andaluces del pasado 20 de marzo: contra el sueño y planes de la esperanza blanca del socialismo y candidata a liderar el socialismo andaluz y español (en este orden), emergió un nuevo escenario político, que no era más que un pálido reflejo de la onda de los movimientos sociales y ciudadanos del 15M acá (como el 15 M lo fue de la onda acumulada por las iniciativas ciudadanas y una incipiente sociedad civil consolidada en décadas anteriores contra viento y marea). La novedad radical del nuevo escenario es que representa una ruptura (con todos los matices que se quiera sobre los límites y entresijos de la ruptura, como en la Transición) con el régimen partitocrático representado en una u otra medida por los partidos que han venido usufructuando, asimismo en mayor o menor medida, las instituciones políticas, los recursos públicos y los resultados electorales de unos votos más o menos cautivos de siglas, redes clientelares y sectarismos ideológicos. Si nos guiáramos por la teoría orteguiana (de José Ortega y Gasset) de Andalucía, tendríamos que decir el régimen andaluz encarna lo más granado del secuestro de la idea central de ciudadanía democrática por la usurpación partitocrática, respetando, eso sí, el liderazgo en estas lides del régimen de la Generalitat de Cataluña, que cuenta además con el valor añadido de plus nacionalista. Como decía hace unos meses Joan Herrera, el soberanista de izquierdas y colega de los multiculturalistas de izquierdas de IU de Andalucía, «Cataluña inventa y Andalucía universaliza».
Susana Díaz, representante del antiguo régimen partitocrático andaluz y sin la voluntad de cambio de un, por ejemplo, Adolfo Suárez respecto a los de su camada, sigue anclada en el espejo del felipismo y ella, que no ha tenido ningún compromiso con la oposición democrática al régimen de la partitocracia, se presenta con un discurso sobre los nuevos tiempos o nueva época que ella representa. Ni se enteró del signo de los nuevos tiempos y sigue sin enterarse. Tampoco tiene la posibilidad de una huida hacia adelante como los nacionalistas de acá y acullá, que, sobre todo, distraiga y desfocalice el cáncer político de la corrupción de todo tipo (cánceres múltiples con sus respectivas metástasis) que ha deslegitimado todo el entramado partitocrático.
Desde hace unas semanas, la líder del socialismo andaluz y candidata a la investidura de la presidencia de la Junta anda confundida como la gallina ciega, intentando a ciegas dar con alguien que se le arrime o como Max Aub en la España de los 60, tratando de encontrar algún intelectual demócrata que tendiera puentes con el exilio. Tarea vana la de jugar a las personificación del nuevo signo de los tiempos o de, nada más y menos, una nueva era, cuando es y no deja de ser la momificación, simulada por la juventud, de los capos que buscaron en el aforamiento y al amparo de las siglas del Partido eludir la persecución de la ley y la justicia. En verdad, esos dos episodios y el aforamiento de los cuatro diputados del Parlamento andaluz en vísperas de las elecciones autonómicas, parece un historia de westerns. No quiere entender que ahora no puede manejar su cortijo (piensa que la Junta sigue siendo su cortijo, el de los suyos) según el protocolo de las últimas décadas y que no dispone de planetas a los que fagocitar o satélites (culturales, intelectuales, sindicales, entes yb organi9smos de toda clase) a los que pagar su estancia en la «casa común de la izquierda», que ha sido una de las denominaciones del cortijo. En otro momento, también lo fue del andalucismo y de lo verde. La líder socialista y candidata a ser investida no se percata de que las nuevas fuerzas «emergentes» no son ni el PA, ni Los Verdes ni IU, ni siquiera esos fenómenos de bandolerismo connivente a lo José Mª Tempranillo. En principio y por principio, esas nuevas organizaciones políticas, que no veo más que como instrumentales y con un vale de juego político con fecha de caducidad, arrancan del repudio y denuncia de la burbuja que alcanzó el glorioso año de la Expo y de los maletines de la inmoralidad pública y delincuencia política y que ha ido contaminando y corroyendo todo el entramado político. Más que esas nuevas organizaciones políticas, diría esos movimientos sociales y ciudadanos. Estos, incluso en la Andalucía del cortijo, han socavado la hegemonía del régimen. El socavón es mayor de lo que dicen los resultados electorales. La euforia de la noche electoral, devenida ahora amarga noche, trató por todos los medios dibujar un mapa sociológico que fuera más próximo a la realidad que el que reflejaban los datos. Es decir, en un sistema estrictamente proporcional y no mayoritario, la imagen hubiera sido la del Paseo de los Tristes de Javier Egea. Pero, dejemos el asunto de la prometida y olvidada reforma de la ley electoral para un correo próximo.
Como señalaba en su columna «El Mirador» Teodoro León Gross (La burbuja del “susanismo”), Susana Díaz «desde entonces (desde la noche electoral del 22 M) ha demostrado que no pertenece a ese tiempo nuevo» que ella misma anunció: «Nace un tiempo nuevo para unir, coser y dialogar». Dice el periodista que «coser o diálogo suenan a meros fetiches retóricos porque la `cultura del partido de los socialistas en Andalucía ha sido la hegemonía -ahí está el asalto a la Mesa del Parlamento- y la apropiación del territorio como patrimonio político… El caso es -termina diciendo- que no parece adaptada al tiempo nuevo».
Pues bien, barajando este diagnóstico de la situación, a la susodicha Susana, la nueva «esperanza blanca del socialismo», le explota en las manos el asunto de las minas de Aznalcóllar.
No es solo la mina, lo que debiera centrar nuestra atención, sino el personal político en el que se apoya el “susanato”.
Rafa Nuñez
Málaga, 14/05/2015
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