Tras las elecciones municipales se constata que no se ha consumado el sorpasso al PSOE por parte de Podemos ni la desaparición de IU por deglución. Se alzan voces llamando a la Unidad Popular, entre ellas la de Alberto Garzón, retroalimentadas por los buenos resultados de candidaturas de confluencia municipal de izquierdas, sobre todo en las grandes ciudades, concretadas en la propuesta “Ahora en Común”.
Pablo Iglesias desprecia a IU y le pide que se disuelva en torno a candidaturas lideradas por Podemos. Parece que las posibles confluencias no se darán igual en Cataluña que en el resto de España. Mientras en Cataluña pacta Pablo Iglesias con Joan Herrera y Joan Josep Nuet, a los que dice admirar “por su experiencia”, a IU, con idéntica o mayor trayectoria, la descarta por “antiguos”.
Podemos no ha venido a cambiar nada en el hecho diferencial de las izquierdas españolas. A saber: En aras a una supuesta “unidad de la izquierda”, en Cataluña se conforman organizaciones diferenciadas del resto del estado: (PSUC / PCE, PSC / PSOE, ICV y EUiA / IU, PODEM / PODEMOS, etc.). No es un problema de traducción, no: es una marcada diferencia ideológica y de objetivos. El peso de la burguesía nacionalista en los órganos de dirección de los partidos catalanes supuestamente de izquierdas y obreros es mayúsculo y, cuando tal no ha sucedido (por ejemplo Montilla), la posición subalterna de esa dirección ante el nacionalismo se ha manifestado en una permanente actitud de suplicante culpa.
Existe una subalternidad de la izquierda ante el nacionalismo. Los primeros dirigentes que la asumieron, en los primeros años de la democracia, fueron, por un lado, el entrañable Gregorio López Raimundo (cuando consideraba que, al ser él de origen maño, debía dar paso a alguien con más pedigrí para dirigir el PSUC) y, por otro, los barones socialistas del cinturón obrero de Barcelona que aceptaron su posición secundaria al producirse la disolución de la Federación Catalana del PSOE dentro del ecléctico PSC. Y qué decir de los ingentes trabajos dentro de Podemos Cataluña para expulsar, por aburrimiento o por expedientes, a toda veleidad crítica con el nacionalismo; nunca en tan poco tiempo se creó una organización de corte tan asambleario como era la de los círculos, para tan rápidamente desmontarla en cuanto la cúpula se empoderó.
El problema se repitió en Barcelona en Comú (BeC). En aras de la unidad se acordó un programa de izquierdas donde el tema nacional quedó diluido en unas ligeras referencias a un ambiguo y vacuo “derecho a decidirlo todo”, que siempre queda muy chic. Luego, los puestos de cabeza, los que saldrían elegidos y deberían gestionar ese programa, se reservaron para destacados nacionalistas.
El paradigma es Raül Romeva, eurodiputado de ICV durante la anterior euro-legislatura: tras obtener su escaño gracias a su inclusión como número 2 en las listas de IU, lo primero que hizo fue despreciar a todos sus votantes al integrarse en el grupo de los Verdes y convertirse en apóstol ante Europa de la “sagrada causa” de la independencia de Cataluña.
Y ¿qué pasará con la nueva “Catalunya Si que es Pot”, el nombre del pacto entre Podemos e ICV en Cataluña? Pues lo mismo: Mayoritariamente ocuparán los cargos quienes tengan un mayor pedigrí catalanista. Y si no, al tiempo.
¡Qué obsesión con los apellidos! Es verdad que el apellido no dice nada de un individuo, de su posición ante el nacionalismo; pero, en el conjunto de un parlamento como el catalán es una realidad palpable y dejará de ser un problema cuando las proporciones genealógicas de los representados coincidan con las de sus representantes. Democracia y Demografía han de ir más de la mano. Tal sucede con la extracción social de los representantes, que poco o nada tiene que ver con la de los representados, y esa es la autentica contradicción. En Antropología existe un nombre para referirse a ese desfase: etnoestratificación social.
Ante la diferenciación de la izquierda catalana el resto de las izquierdas españolas tan solo muestran un cierto asentimiento y un grandilocuente discurso sobre el derecho de los pueblos a su autodeterminación, como cuando recitábamos, sin entenderlo, el catecismo sobre la esencia de Dios: Uno y a la vez trino. Al escuchar dichos discursos busco en mi entorno algo que me recuerde la realidad palestina, kurda o saharaui y, desolado, no lo encuentro por ningún lado.
El análisis del voto por distrito en las pasadas municipales evidencia que los votos de los barrios populares se dirigieron mayormente a esa izquierda que no hacía del soberanismo su bandera (BeC), mientras que, la que sí que lo hacía (CUP), concentró básicamente su voto en zonas de clase alta o media.
De cara a las autonómicas catalanas de septiembre tenemos, por un lado, a la CUP y a Procés Constituent (autodefinidos como de izquierda, pero que consideran la independencia como primer objetivo y subordinan las cuestiones sociales a esta) y por el otro a ICV, EUiA y Podemos que sí ponen en primer término en sus programas las cuestiones sociales, aunque manteniendo un pie en nacionalismo.
Aparentemente cada grupo podría constituir una candidatura claramente diferenciada y entiendo que el segundo grupo, que si además de priorizar los problemas sociales apostaran por una solución federal para la estructura territorial de España, sería la que podría concitar más votos de izquierda, tal como se ha visto en las pasadas municipales. Pero es evidente que el secesionismo no quiere soltar la presa de la izquierda por ello Proces Constituent se integra en este segundo grupo, en la candidatura “Catalunya Si que es Pot”, pues sabe que si surge una izquierda comprometida con las cuestiones sociales y sin ataduras con el “Procés independentista”, este entrará en crisis.
La dificultad para construir una candidatura de izquierdas no contaminada por el nacionalismo tiene dos motivos:
El primero es que dentro de las direcciones de ICV, de EUiA y de Podemos hay una fuerte presencia de independentistas, aunque tácticamente el tema quede soslayado en sus programas electorales, lo cual les permite actuaciones desconcertantes y contradictorias una vez han ocupado sus cargos en las instituciones. Las ambigüedades de Ada Colau, rechazando primero la ruta soberanista y apuntándose después como alcaldesa a la manifestación del 11S, por ahí apuntan.
El segundo, y más grave si cabe, es que Procés Constituent y las querencias y dobles militancias de sus miembros en las otras tres formaciones que componen la confluencia hacen difícil que esa definición de candidatura de Izquierdas sea coherente con postulados de identidad de clase.
Nos encontraremos ante unas elecciones que legalmente no pueden ser plebiscitarias pero que políticamente si lo serán, y el mayor problema es que, a este paso, no habrá una candidatura declarada de izquierdas que defienda claramente una España federal. Y ello es debido tanto a los complejos que la izquierda española arrastra desde la Transición como al perfecto entrismo realizado por el nacionalismo en todos los partidos de la izquierda catalana durante más de 40 años.
Aparece una propuesta de unidad popular para las elecciones generales: Ahora en Común, que ha de concretar sus propuestas en torno a la estructura de estado y definir si quiere presentar su modelo para las autonómicas de Cataluña. Caer de nuevo en la subalternidad ante el nacionalismo, asumiendo como propia la candidatura “Catalunya Si que es Pot”, mantendría la dinámica diferenciadora que tanto gusta a la burguesía nacionalista y a su proyecto secesionista gestionado por CiU+ERC+CUP; y por lo que parece a Pablo Iglesias.
Finalmente CDC+ERC+Omnium+ANC conformaran una lista única de la derecha independentista y para más INRI el pérfido Romeva la encabezará.
¿Será la izquierda capaz de crear una lista contrapuesta sin ambigüedades ante el soberanismo? ¿O desaprovechara el momento histórico?.
Es necesario crear una candidatura de izquierda y no soberanista para las catalanas del 27 de septiembre. Es precisa una opción de izquierdas republicana y federalista que permita afrontar el doble reto: Uno.- Conformar un parlamento catalán de mayoría de izquierdas y con proyecto social, y dos.- Definir claramente la voluntad de los catalanes de convivir y compartir un proyecto fraternal con el resto de los españoles. El peligro si no se hace es dejar de nuevo en la orfandad a una gran mayoría de catalanes que siendo de izquierdas no están dispuestos a apoyar una candidatura secesionista o que votaran ilusionados al caballo de Troya soberanista que es “Catalunya Si que es Pot”.
Construir esa candidatura será un primer paso en el camino de reconstruir una izquierda socialmente hegemónica, será una oportunidad para salir de la dinámica identitaria en que la derecha nacionalista de CiU y ERC (con la inestimable colaboración del PSC e ICV-EUiA y la actual muleta seudo-izquierdista de la CUP y la ambigua transversalidad de Podem) nos han instalado desde la Transición. Es el momento de superar complejos de culpa impropios de la izquierda ante el nacionalismo. Es el momento de crear una misma alternativa para Cataluña y para toda España. Es el momento de construir un proyecto para la Tercera Republica Española, Federal y Fraternal.
Vicente Serrano. Crónica Popular. 27 de julio de 2015