A medida que la CUP ha ido adquiriendo protagonismo, no pocas veces hemos escuchado encendidos elogios a su coherencia. Ha tenido la virtud de aparecer como la quintaesencia de la pureza y el rigor. Sus notables éxitos electorales son fruto, en buena medida, de esta imagen tan bien cultivada, con la sandalia franciscana y la camiseta okupa de David Fernàndez como iconos. Un dechado de virtudes en medio del oscuro juego de intereses con el que es fácil caricaturizar a los partidos tradicionales. También frente a la trama del 3% o al enorme escándalo de la familia Pujol, la CUP parecía dispuesta a llamar a las cosas por su nombre en lugar de practicar la indulgencia patriótica, a diferencia de ERC.
Sin embargo, tras el 27-S, las cosas han cambiado sustancialmente. Anteayer, en la tertulia política de ‘El programa de Ana Rosa’, de Telecinco, Antonio Baños afirmó hasta tres veces que la corrupción en el partido de Artur Mas es un problema del modelo autonómico. «Si una comunidad puede gastar pero no puede recaudar, tiene que pedir favores. Así es como funcionan las cosas en España y por eso la corrupción es estructural en todas las autonomías».
Según esta curiosa teoría, la financiación insuficiente habría obligado a los dirigentes autonómicos a recurrir al clientelismo para sufragar, se sobreentiende, los servicios públicos. Mezclando churras con merinas, Baños pretende hacer creer que la corrupción en CDC es la expresión del problema de la financiación. Por eso el enemigo de verdad no es la corrupción catalana, sino la España autonómica. El fondo supremacista e hispanófobo del independentismo, incluso el que se cree de izquierdas, puede así dormir tranquilo.
Cuando en 2014 estalló el ‘caso Pujol’, algunos intentaron atribuir la corrupción de este clan familiar no al sistema clientelar que organizó el nacionalismo en Catalunya, sino a la cultura y los pactos inconfesables de la transición. Esta teoría sostiene que el apoyo del que fue durante 23 años ‘president’ a la causa separatista lo habría expulsado del pacto de Estado que permitía a unas castas de todos los partidos del denostado «régimen del 78» enriquecerse a base de mordidas en obra pública, concesiones y licencias. La puesta al descubierto de este enorme escándalo no sería tanto obra de una justicia independiente como el resultado de una venganza política.
También anteayer, Baños habló de guerra sucia del Estado por los espectaculares golpes judiciales de las últimas semanas contra la trama del 3% y el clan Pujol. Pero su coherencia no solo se desmorona con la corrupción, también a propósito del autoplebiscito. La noche electoral, el líder cupero admitió que lo habían perdido, pero ahora avalan una DUI tuneada y diferida. Como no hay dos sin tres, está por ver que al final no hagan a Mas ‘president’.
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