Comunicado de ALTERNATIVA CIUDADANA PROGRESISTA.
El hecho de que Badalona, la cuarta ciudad más grande de Cataluña –una ciudad industrial, abierta, mestiza, y con una gran tradición de asociacionismo popular y de lucha obrera– vuelva a estar gobernada desde este pasado martes por un alcalde de la derecha pura y dura como es Xavier García Albiol, tras la dimisión de su anterior alcalde del PSC y el intento de acuerdo frustrado entre PSC y Comunes, de una parte, y la CUP y ERC por la otra, nos obliga a hacer algunas reflexiones.
García Albiol –líder de marcado perfil populista, con un discurso plano y simple pero eficaz que no rehúye, en ocasiones, el coqueteo descarado con la xenofobia y el racismo– ya había sido alcalde de Badalona en 2011 gracias al apoyo de Convergència i Unió, partido con el que el PP mantenía, por aquel entonces, unas estupendas relaciones. En 2015, sin embargo, Albiol perdió la alcaldía –a pesar de haber mantenido la primera posición en número de concejales, e incluso haber mejorado sus resultados en porcentaje de votos–gracias a un pacto de todos contra el PP –Convergència, en este momento, ya se había echado al monte del Procés– que colocó hasta 2018 como alcaldesa de la ciudad a la cupaire Dolors Sabater.
Y ahora, muchos se preguntan: ¿de verdad no ha sido posible articular un gran pacto “de izquierdas” que impidiese al PP recuperar el control de esta importante ciudad? Aunque la pregunta que quizá deberíamos hacernos es: ¿de verdad podemos considerar “de izquierdas” a la CUP o a ERC? Y otra no menos importante: ¿son el PSC o los Comunes –o el PSOE y Unidas Podemos en el resto de España– la izquierda que necesitamos de verdad?
ERC es un partido de base social pequeñoburguesa que eliminó de sus estatutos cualquier alusión al socialismo ya en los años 80, que lleva diez años apoyando en la Generalitat las políticas welfaricidas de recortes en Sanidad, Servicios Sociales y Educación de Mas, Puigdemont y Torra, y que ahora juega a dar o retirar su apoyo al Gobierno de Pedro Sánchez en días alternos dependiendo, únicamente, de las concesiones tácticas que pueda conseguir para el independentismo o de sus intereses cortoplacistas a nivel electoral. Las CUP, por su parte, es una organización compuesta mayoritariamente por jóvenes de clase alta o media-alta, radicalizados únicamente en sentido ultranacionalista y fascinados por la estética y la épica abertzale, y que esconde –tras su retórica revolucionaria y antisistema– una actitud de absoluto desprecio hacia la convivencia y hacia las instituciones democráticas. Y ambas han contribuido decisivamente, desde 2012 y en compañía de la derecha supremacista, corrupta y cleptócrata de CiU/PDeCAT, a deteriorar gravísimamente la cohesión y la paz social en Cataluña.
Badalona es una ciudad de clase obrera y población procedente en su mayoría de otros territorios de España, en la que el nacionalismo es absolutamente minoritario. La suma de los votos de CiU, ERC y las CUP en 2011 representó únicamente el 18% del electorado, frente al 36% –exactamente el doble– de la suma de PSC+ICV, y el 34,6% de la suma de PP+C’s. Y, aunque en 2015 se produjo un espectacular incremento de los votos de la CUP, que pasó del 1,82% al 17,51%, ello únicamente se debió a que dicha formación se presentó engañosamente bajo la denominación de Badalona en Comú, marca electoral no relacionada con el independentismo sino claramente identificable con la confluencia catalana de Podemos, y que produjo una enorme confusión en el electorado; en un momento, además, en el que los de Pablo Iglesias estaban, justamente, alcanzando la mayor cima de su popularidad.
Todavía, en las últimas elecciones municipales de 2019, la suma de todos los votos independentistas en Badalona quedó diez puntos por debajo de la suma de PP+C’s, y la suma de todos los votos no independentistas siguió representando a las dos terceras partes de la población que votó. En esas condiciones, ¿tenía sentido que el PSC y los Comunes estuvieran dispuestos a volver a hacer alcaldesa a la antisistema Dolors Sabater, aunque sólo fuese durante año y medio como se le ofreció? Es decir: ¿tenía algún sentido, más allá de demostrar la situación de debilidad y la falta de sentido de Estado en que se encuentra actualmente el PSOE, prisionero del chantaje independentista para poder gobernar?
El independentismo antiespañol, en 2020, no representa sociológica ni ideológicamente ninguna opción progresista ni de izquierdas. Representa únicamente la insolidaridad y el supremacismo, aunque se disfrace de antisistema, de antipatriarcal y de okupa y aunque participe en todos los desfiles del Pride. Entregar la cuarta ciudad de Cataluña y 22ª de España a un partido como la CUP no es mejor, ni menos malo, que la perspectiva de que gobierne en él el PP: porque el nacionalismo, aunque se disfrace de okupa y de antisistema, es radicalmente reaccionario, divide y debilita a las clases populares y trabajadoras, y no supone ningún avance en derechos sino que pone en peligro todo lo poco o mucho que en este país se ha venido consiguiendo desde la Transición.
Desde ACP deseamos, para Cataluña y para España, gobiernos progresistas y de izquierdas. Pero también estamos convencidos de que los principios rectores de la izquierda son incompatibles con los del nacionalismo –con los de todos los nacionalismos–, y que para que España avance hacia la justicia, la igualdad y la solidaridad necesitamos una izquierda que no trapichee con quienes desean dividir y debilitar a la clase obrera.
Ciertamente, y aunque el PSC ha soltado algo de lastre nacionalista en los últimos años, los líderes de extracción catalanista como Iceta siguen marcando las vacilaciones y ambigüedades de ese partido hacia el nacionalismo, agravadas por la debilidad parlamentaria del actual Gobierno de España. Y absolutamente intolerables siguen siendo las posiciones de falsa equidistancia y de continuos guiños hacia el independentismo de la mayoría de los líderes de Podemos y de Catalunya en Comú, como los piropos de Asens a Joan Tardà ante la reciente negativa de Rufián a apoyar la prorrogación del Estado de Alarma en el Congreso de los Diputados.
Para poder avanzar hacia la solidaridad y la justicia, es necesario derrotar al nacionalismo, y no confraternizar con él.
Junta Directiva de Alternativa Ciudadana Progresista.
Barcelona, 15 de mayo de 2020.
Análisis acertado. Cuesta creer que un municipio de inmigrantes y trabajadores, que durante la mayor parte de la Transición tuvo alcaldes del PSUC y del PSC, tenga últimamente mayoría de derechas. Todo ello debido a las derivas y ambigüedades de los autodenominados partidos de izquierdas y sus líderes desde Maragall, Montilla, Iceta, Colau, etc. que han ido incorporando mensajes más propios de un nacionalismo pujolista, lo que ha ido confundiendo y desilusionando a electores tradicionalmente de izquierdas