Desde Alternativa Ciudadana Progresista, como cada año, queremos unirnos este 8 de marzo al espíritu reivindicativo del día de la Mujer Trabajadora.
Se trata, ésta, de una de las fechas más significadas del calendario de celebraciones reivindicativas, no sólo del feminismo, sino de toda la tradición emancipatoria y progresista del movimiento obrero, aunque hayamos de constatar y lamentar que su original significado social y de clase se haya ido debilitando y perdiendo en los últimos años. Ello se ha debido, por una parte, al auge de una supuesta “transversalidad” –vinculada al neoliberalismo y a la creciente hegemonía cultural de los valores de la derecha– que trataría de borrar las diferencias de clase entre mujeres trabajadoras y mujeres económicamente privilegiadas, unidas todas, supuestamente, por unos mismos problemas “de género”, y, por otra, al progresivo olvido por parte de una supuesta izquierda “líquida” o postmoderna de la componente social y de clase de sus reivindicaciones, diluida en todo un conjunto de reivindicaciones más o menos culturales o supraestructurales, centradas sobre todo en lo identitario, y que han antepuesto el nuevo paradigma de la diversidad a uno de los viejos principios fundacionales de la izquierda, el de la igualdad, elemento central de la clásica tríada revolucionaria.
Desde ACP denunciamos sin ambages y con toda contundencia problemas “transversales” de todas las mujeres como la violencia de género, la brecha salarial o las dificultades en acceder a puestos de responsabilidad en las empresas; pero tenemos también muy claro que, incluso dichos problemas “transversales”, son vividos de manera muy diferente por una mujer inmigrante sin permiso de residencia, una joven de Nou Barris que trabaje en Mercadona, o una directiva de multinacional con torre y piscina en Sarrià – Sant Gervasi.
Por otra parte, desde Alternativa Ciudadana Progresista también lamentamos que la celebración del 8 de marzo de este año venga precedida por la agria y estéril polémica fratricida –podríamos decir “soricida”– que ha venido a enfrentar a un sector “clásico” del feminismo –el que basa sus reivindicaciones en las consecuencias culturalmente impuestas de un previo hecho biológico: la división de la especie humana en sexos, y la asignación histórica a los individuos de uno u otro sexo de diferentes roles sociales–, contra otro sector que pura y llanamente trata de negar ese hecho biológico, eliminando los términos “mujer” y “hombre” de los textos legales y tratando de imponer un supuesto “derecho a la libre determinación de género” que nos hace recordar a los “revolucionarios” desnortados y quiméricos de la película La vida de Brian.
Desde ACP, con toda claridad, defendemos el derecho de las personas transexuales a reivindicar su identidad de género y a no ser, en ningún modo, discriminadas por causa de la misma. Pero no podemos dejar de constatar que las situaciones de violencia y desigualdad que, históricamente, han sufrido las mujeres por el hecho de serlo, han tomado apoyo en un hecho biológico insoslayable que no desaparece por hacer abstracción del mismo.
Comprendemos, por tanto, el miedo de las feministas clásicas a que la cultura queer desdibuje el sentido de sus históricas luchas en favor de la igualdad de géneros. Pero a la vez desearíamos que las discrepancias se expresasen siempre dentro del respeto y de manera dialogante y constructiva. Y rechazamos de plano la judicialización conflictiva que se ha hecho de dichas discrepancias en los últimos meses.
Finalmente, llamamos a participar activamente a todos y todas en el espíritu reivindicativo de la jornada; pero teniendo también en cuenta la excepcionalidad de la situación sanitaria en la que todavía nos hallamos, y poniendo por delante el civismo y la prudencia. Deseando poder, lo antes posible, volver a participar en masivas y ejemplares movilizaciones como las de antes de la pandemia.
8 de marzo de 2021
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