«En EE. UU. ya no hay ciudadanos»

El escritor norteamericano Richard FordEntrevista a uno de los grandes escritores norteamericanos, que retrata "la crisis moral" de su país

Xavi Ayén – Barcelona.- Richard Ford, novelista, que publica ´Acción de Gracias´

Frank Bascombe ha vuelto. El protagonista de dos de las novelas más celebradas del norteamericano Richard Ford, "El periodista deportivo" (1986) y "El día de la Independencia"(1995) reaparece ahora –como si cada diez años tuviera una cita con los lectores– en "Acción de Gracias"(Anagrama/Empúries), donde lo encontramos con 55 años, un cáncer de próstata y aparentemente en la plenitud de su carrera como agente inmobiliario, recorriendo en coche las calles de Nueva Jersey en compañía de su socio, un nuevo rico de origen tibetano. La acción sucede entre las elecciones estadounidenses del año 2000 –ganadas por Al Gore en número de votos– y la decisión final de los tribunales –que llevó a la proclamación de Bush como presidente–. El bueno de Bascombe –que lleva en la próstata unas molestas bolitas de yodo radiactivo– sigue observando las costumbres de sus compatriotas y afronta como puede la soledad tras separarse de su segunda mujer, que le ha abandonado por su primer marido, a quien se daba por muerto. Ford (Jackson, Mississippi, 1944) culmina una trilogía que, por sí sola, bastaría para situarle como uno de los tres mayores novelistas norteamericanos vivos. Desde su casa de Maine ha conversado virtualmente con este diario, a través del correo electrónico.

Sabemos que usted ha vivido en siete casas. Pero ¿cómo es la actual?
Vivo en la costa del estado de Maine. La casa es un antiguo refugio para los pescadores de langostas, que ha sido renovado y ampliado. Hay una pequeña playa, un muelle, unos cuatro acres de tierra rocosa y arbolada, una caseta para guardar los barcos, que tanto Kristina como yo usamos como deapacho para escribir, y una casita para invitados. Es simple, pero nos gusta. Ya hace ocho años que vivimos aquí.

Pasemos al libro. ¿Es Acción de Gracias una novela sobre la incomunicación?
Vaya… la incomunicación es algo sobre lo que, de algún modo, siempre he estado escribiendo. Me intriga ver cómo los humanos se equivocan al interpretar las intenciones de los otros humanos, y las importantes consecuencias de estos malentendidos, consecuencias que, de hecho, se convierten en nuestras vidas. Estamos constantemente luchando para entender los signos que nos dirigen, ver si son importantes o no, extraer mensajes del pasado, ver cómo resulta la comedia humana, o la tragedia humana. Nadie me había preguntado eso, usted me descubre una verdad sobre mí. Pero, dicho esto, no estaría de acuerdo en que "Acción de Gracias" trata más sobre la incomunicación que sobre la salud colectiva de EE.UU. antes del 2001, o sobre las elecciones presidenciales del 2000; o sobre la vida del mismo Frank Bascombe. Si una novela tiene algo de bueno es que es un vasto mosaico de cosas que no pueden reducirse a una sola.

En sus libros, y en este también, los escenarios, los lugares donde transcurre la acción, son básicos: aquí las carreteras, los edificios, las tiendas, incluso los coches, las marcas… dan una textura sentimental a la acción muy importante. ¿Se considera un escritor simbolista?
No. Creo que mis libros son bastante sencillos en cuanto a sus intenciones, y en cuanto a su relación con la vida real, con el terreno que pisan los personajes. Fundamentalmente, son realistas. Cuando escribo árbol, quiero que el lector dibuje un árbol en su mente. Cuando los personajes dialogan, quiero que el lector se sienta como si estuviera oyendo hablar por casualidad a gente que decide hablar claro en un momento importante de sus vidas. Más que eso, no puedo decir.

En concreto, ¿qué significa el mercado inmobiliario para usted?
Simplemente entiendo que, a medida que los estadounidenses ven subir y bajar el valor de su propiedad inmobiliaria (sus casas), ellos se sienten mejor o peor sobre una variedad de cosas importantes: su valor como seres humanos, su futuro, su sensación de bienestar, la idea de lo que dejarán a los que vienen detrás. No es muy complicado. No es simbolismo. Es bastante literal.

¿No volveremos a leer nada más sobre Frank Bascombe?
Sí, usted podrá leer de nuevo sobre él, siempre que quiera. Simplemente vuelva a coger El periodista deportivo o El día de la Independencia y reléalos. Por mi parte, dudo que escriba de nuevo sobre él. Simplemente, no me siento suficientemente estimulado, con el necesario interés. Escribir libros –especialmente novelas– agota un tema. En lo que respecta a Frank, siento que he agotado completamente todo lo que yo podría haber escrito sobre él. Y está bien, eso es algo bueno. Hice los tres libros lo mejor que pude. Los libros que no llegan a ser escritos no producen semejante sensación, no producen nada.

El dinero, el territorio, la ambición profesional, la tristeza amorosa… ¿es esto América?
Estos conceptos, de hecho, no me provocan ninguna reacción específica. Generalmente, no trato con conceptos. Sólo trato con los detalles humanos concretos de la vida cotidiana.

La muerte está muy presente: el hijo fallecido, el cáncer de próstata, los amigos que se van… ¿Cómo contempla este tema?
Bueno, la muerte simplemente llega un día y te saluda, ¿no es así? Es una parte normal de la vida, especialmente cuando uno se hace mayor. Supongo que escribo sobre ella, hasta cierto punto, porque creo que los lectores están interesados en ella, tienen que afrontarla, necesitan sentir consuelo y verla con normalidad. Y eso es dramático. Pongo todo mi empeño en contemplar la muerte sin temor; en abordarla de modo que convierta cada día que estoy vivo en algo más intenso y útil.

¿Es cierto que su mujer le dijo: "Frank, intenta escribir sobre alguien que sea feliz"?
Sí, es verdad. Yo atravesaba un momento en que no sabía sobre qué escribir. Eso fue en 1982. Ella me soltó esa frase casualmente, sin más, pero yo me lo tomé muy seriamente y empecé a contemplar cómo se podría escribir sobre alguien que es feliz. Siempre había escrito sobre personajes que eran nerviosos, frenéticos, bastante oscuros, que vivían permanentemente una lucha a vida o muerte contra su existencia. Eso no me había llevado muy lejos, aunque los libros que escribí habían sido publicados y bastante bien acogidos por la crítica. Pero no eran suficientemente buenos. No encontraban suficientes lectores. Así que, cuando Kristina me dijo esto, empecé a pensar que un hombre podía ser feliz intentando serlo, esforzándose en ello, incluso frente a duros contratiempos –la muerte de un hijo, un divorcio, la disipación del entusiasmo en la vida laboral de uno.

¿Se siente usted, personalmente, que ha entrado, como su personaje, en el "Período Permanente" de la existencia, aquel en que la vida "empieza a parecer más un destino que un viaje"?
Supongo que me gustaría pensar que en mi propia vida soy cada vez menos víctima de mis errores del pasado, que siento que el mundo es más mi casa, que estoy más a gusto con lo que lo he hecho de mi vida hasta ahora, que soy más entusiasta con la vida –en la medida en que lo único cierto es que tengo considerablemente menos vida para ser vivida que la que tenía en otros tiempos. Estos son principios del Período Permanente en la novela.

En el libro, hay sponsors, voluntarios que ayudan a otras personas a tomar decisiones, a aplicar el sentido común en los más variados aspectos de sus vidas. ¿Existen realmente en EE.UU.?
Fue algo fruto de mi imaginación (o eso creía cuando me lo inventé). Pero, desde entonces, he descubierto que en realidad existen instituciones semejantes, que efectúan tales servicios para extranjeros. Creo que nunca he podido imaginar algo que no haya sucedido ya, o al menos algo que pueda suceder. No sé si esto es preocupante…
La política es el telón de fondo de la novela, con las elecciones y las posiciones políticas de algunos personajes de fondo…
Situé Acción de Gracias en el interín entre las elecciones y la decision judicial sobre las elecciones en el año 2000, porque la manera en que George Bush fue nombrado presidente fue flagrantemente perversa, ya que el Tribunal Supremo suplantó la voluntad del electorado; y, lo que es mucho más importante, creo que los votantes estadounidenses permitieron que esto ocurriera sin demasiadas protestas. En otros países, un suceso semejante habría fácilmente ocasionado un golpe de estado, o algún tipo de revuelta ciudadana contra un régimen plutocrático y opresivo. Pero los norteamericanos simplelente se quedaron dormidos durante esta crisis constitucional tan seria, cuyas consecuencias han sido desastrosas , por supuesto, para nuestra moral como país, para nuestro sentido de lo que está bien y lo que está mal, pero también desastroso para el resto del mundo, especialmente para Iraq y muchas otras naciones. Creía que si situaba una novela en este período, tan lleno de acontecimientos pero de algún modo ignorado, podría quizás llamar la atención sobre nuestra laxitud cívica, y quizás recordar al lector cuáles son nuestras responsabilidades como ciudadanos.
Pero no creo que la novela haya tenido éxito en este sentido. Nadie que ha escrito sobre ella en EE.UU. la considera una novela política. Lo que me ha hecho darme cuenta de la manera tan fuerte en que los norteamericanos no están ya interesados en la política, sino deseosos de abdicar de sus deberes como ciudadanos y entregárselos a los "expertos", que supuestamente actúan en nuestro nombre pero en realidad lo hacen, en primer lugar, para conservar su puesto, y después para servir los intereses de las grandes fortunas, que han comprado su acceso a los despachos. Los americanos ya no son ciudadanos. Como entidades políticas, son seres durmientes, desde un punto de vista moral, y no quieren ser despertados, quieren solamente que se les permita seguir llevando la vida que llevan –trabajando, comprando, enriqueciéndose a expensas de los pobres y de nuestro propio futuro. No es una imagen agradable.

¿En qué está trabajando?
En estos momentos, estoy escribiendo algunos relatos, y en unos pocos meses intentaré empezar una novela corta.

La Vanguardia (28.04.2008)

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