Las obras de la nueva atracción han provocado un fuerte impacto medioambiental en el bosque de encinas
Xavier Mas de Xaxàs – Barcelona.- La construcción de una nueva montaña rusa en el Tibidabo ha causado un gran impacto ecológico en un encinar centenario. El sotobosque ha desaparecido, aunque se han blindado con listones de madera los troncos de unas cuantas encinas supervivientes a la tala.
Rosa Ortiz, directora del parque de atracciones, afirmó ayer estar muy contenta con la marcha de las obras, que, recordó, cuentan con un director medioambiental. "Hasta tenemos aspiradores para recoger el polvo", manifestó.
La montaña rusa, según la dirección, es básica para conseguir que el parque reciba 600.000 visitantes cada año. Esta cifra es la que garantiza la rentabilidad del Tibidabo.
Los ecologistas, que recogieron 35.000 firmas en contra del proyecto, afirman que una nueva montaña rusa se carga la filosofía original del parque, que no era otra que potenciar el valor natural de Collserola.
La nueva montaña rusa ha supuesto la tala de 129 árboles. Entre ellos había más de 60 encinas. Una veintena sobrevive en un vivero de La Roca del Vallès y se volverán a plantar cuando acaben las obras, aunque no hay garantías de que sobrevivan.
La construcción de la montaña rusa, que implica levantar 109 columnas hierro con base de hormigón, se desarrolla casi en secreto. La dirección del Tibidabo, por ejemplo, impidió ayer la entrada al fotógrafo de este diario, al no contar con un permiso oficial. El calendario oficial marca la inauguración de la montaña rusa para el próximo mes de noviembre. Las obras, sin embargo, llevan cierto retraso. El presupuesto ronda los cinco millones de euros.