Un vendedor de preferentes, director de una sucursal bancaria que coloca a sus clientes y amigos un producto financiero tóxico, ¿es un cómplice de la estafa o un estafador a secas? Esta es la pregunta que no queremos hacernos porque nos lleva inevitablemente a un viejo recurso: el empleado que cumple órdenes, orgulloso de su papel. “¡Si no lo hago, me echan!”. Es curioso cómo se ha avanzado en la fisonomía del cómplice. Antes había que echar mano de Dostoyevski y la conciencia culpable. Ahora abarca desde los campos de concentración hasta las entidades financieras.
Categoría: Gregorio Morán
Cartas de amor
Desconozco la influencia que pueda tener un poeta como Dylan Thomas en las nuevas generaciones de escritores españoles. Sí me acuerdo de lo importante que fue para Claudio Rodríguez, pero me temo que el gran Claudio sea hoy tan desconocido entre nosotros como el propio Thomas. Cuando murió Dylan Thomas, en 1954, acabábamos de dejar las cartillas de racionamiento. Nuestros años cincuenta no estaban para poetas que no fueran imperiales o clandestinos. Nada que ver con el mundo anglosajón de un galés, borracho y cobarde, que sobrevivía gracias a su voz, locutor de radio y degustador de berberechos. Alcanzaba tales LEER MÁS
Nuestra muerte será un suicidio
No es nada personal, se refiere al gremio. El periodismo, y en concreto los diarios, pasan por uno de esos momentos que conviene retratar. Aún no es tema para novelistas pero no tardará en aparecer, porque la buena literatura suele llegar cuando la realidad que refleja está muerta y enterrada. El deslizamiento de los periódicos en papel hacia el cadalso tiene algo de suicidio, de seppuku; que es como los japoneses llaman a eso que nosotros creemos que en Japón denominan harakiri.
De Andreotti a Beppe Grillo (y 3)
Lo que no había conseguido la guerra de Iraq, ni la política de Aznar, ni la de Zapatero, ni siquiera Rajoy, lo ha logrado Beppe Grillo. Ha puesto de acuerdo a eminentes plumas del lucernario español de la inteligencia, ya sean conservadoras tirando a reaccionarias, ya progresistas con inclinación al compadreo, o atentos creadores de opinión con el corazón partido entre la política y la docencia. Todos coinciden: Beppe Grillo es un peligro quizá mayor que Berlusconi. La coincidencia dice mucho del estado de nuestra inteligencia. O se han quedado sin referente, o se han quedado sin comederos. Esto se LEER MÁS
De Andreotti a Beppe Grillo (2)
Hay un test infalible para detectar si su interlocutor tiene el riñón cubierto, o sencillamente sobrevive buscándose la vida. Pregúntele, de sopetón, qué clase política le parece más corrupta si la italiana o la española. Si le dice “la italiana, por supuesto”, no insista.
De Andreotti a Beppe Grillo (1)
Será su venganza. La historia probablemente dedicará más esfuerzo a descifrar la vida de Giulio Andreotti que la de cualquier otro político italiano de su tiempo. Porque en su figura late una paradoja que ni siquiera Maquiavelo llegó a plantear, y es que de Andreotti lo sabemos todo, con pruebas, fotos, grabaciones, testigos. Y sin embargo hay otro todo, del que no tenemos apenas idea.
Un filme certero como una bala
Aseguran los que saben de eso que la bala más temible es la que te da en el estómago. Porque suele tener efecto lento, doloroso; no pierdes la lucidez, sino al contrario, te va pasando la vida tramo a tramo y entre estertores. Y sin paliativos, si no tienes un médico a mano que te ponga la inyección benigna y te meta en un quirófano a toda prisa. El disparo en la barriga es como una metáfora de la muerte del cerdo; sabes que te estás muriendo, te consienten chillar y lamentarte, pero no sirve de nada. Sencillamente, te vas. LEER MÁS
Olvido y silencio de Julián Grimau
Hay un poema impresionante de César Vallejo, como todos los suyos, que se refiere a un cadáver, el del desconocido miliciano Pedro Rojas, que estaba “lleno de mundo”. A Julián Grimau le ocurrió exactamente lo contrario. Decía, digo, que César Vallejo, el Inmenso, tiene un poema en el que se refiere a un cadáver lleno de vida, que es lo mismo que estar pletórico de mundo. Pues bien, yo voy a escribir sobre un cadáver lleno de muerte, porque todo lo que rodeó los últimos meses de su vida no fue más que un cruel descenso hacia al cadalso.
Eduardo Sanz, el último farero
Aseguran los psiquiatras y los psicólogos, esos tipos que se dedican a palpar las partes oscuras de nuestra personalidad, que el signo de la ancianidad está marcado cuando un individuo que lee un periódico lo primero que mira son las esquelas mortuorias, y lo segundo, hace el crucigrama. Aunque aún no he llegado a ese estado y sigo leyendo los diarios en papel desde la primera página a la última, con rigor de novato, debo reconocer que ya miro las necrológicas con cierta aprensión no exenta de angustia. Los amigos se mueren. Una esquela contundente en El País, pagada a LEER MÁS
Aniversario
Esta semana cumplo 25 años de artículos semanales en este periódico. ¡25 años! Mi trabajo periodístico durante 25 años se ha dedicado a la página de este diario, y lo digo con cierto orgullo y como modo de expresar mi absoluto desprecio hacia las tertulias, los tertulianos, las asesorías ocultas y demás comederos que consiente el oficio. Soy un columnista que ha trabajado como periodista exclusivamente para los lectores de La Vanguardia, quizá porque siempre tuve la convicción de que quien se prodiga mucho acaba concentrándose muy poco. Todavía recuerdo a un golfo, presunto historiador, presente con reiteración cada vez LEER MÁS
Evocaciones tardías, Espriu
Estuve allí. En el cementerio de Arenys de Mar, entre un par de ministros, muchos cipreses, un presidente de la Generalitat, varias mimosas, expresidiarios variados, un limonero castigado por el frío y unos centenares de personas, donde las agencias de prensa quisieron ver miles. Despedíamos a uno de esos tipos que dejan huella sin tener un gabinete de comunicación, ni haber aparecido nunca en las viñetas de Peridis. No sé muy bien si decíamos adiós tan sólo a Salvador Espriu o también lo hacíamos a una época y a una manera de afrontarla.
Evocaciones tardías, ‘Miau’
Habrá quien lo considere una excentricidad. ¿Qué pinta en estos diarios posmodernos que hacemos un título como Miau? ¿Qué significa recordar que la próxima semana de hace 125 años –un siglo volcánico y 25 de más para adocenarnos– había unos pequeños tugurios con escaparates donde se vendían libros y que un puñado de gente, no mucha, denominaba librerías? Buena parte del común de los españoles se enteró de que existían porque, mientras observaba lo que había de nuevo en las vitrinas, un anarquista descerrajó unos tiros a uno de los pocos políticos singulares de nuestra historia, Canalejas. Con toda probabilidad LEER MÁS
Este país no da espías (1) y Del oasis a la granja (y 2)
No tenemos tradición ni para la llamada novela negra, menos aún para el género de espías. Los maestros sabían de qué escribían. Dashiell Hammett, había ejercido de canalla contratado por los empresarios para dedicarse a romper huelgas, y con toda probabilidad en más de una ocasión se pasó en la paliza. La tapadera era una agencia de detectives en la que estaba empleado. La experiencia debió de ser tan demoledora que de allí salió para cumplir tres cosas que condicionarían lo que le quedaba de vida: escribir novelas, hacerse comunista -lo que le costaría cárcel en los Estados Unidos de LEER MÁS
El valor del soldado Manning
Nadie que haya visto la escena podrá olvidarla nunca. Pekín. La plaza de Tiananmen y una larga hilera de carros de combate. Un hombrecillo en el que no se distingue nada especial, vestido con una guayabera y que lleva una especie de bolsa de la compra en una mano se pone delante. Está solo, no se ve a nadie más en todo el espacio que recoge la cámara. Un hombre y una hilera de tanques. Un ratón plantándole cara a un gato.
Los suicidas van al cielo
Las grandes frases son ideológicas. Los que no nacimos bajo la pérgola y el tenis, que decía el poeta, pero hacia esa época, sabemos que la frase más evocada entonces era “yo no soy de izquierdas ni de derechas”, y luego se añadía un estrambote que había inventado don José (Ortega y Gasset): “Son dos formas de ser estúpido” (cito de memoria). Grandes aplausos. Yo nací bajo esa frase y así vivimos un puñado de décadas con el eslogan de marras que muchos suponían que era una idea.
Cómo nadar en la mierda
Se está poniendo cada día más difícil el oficio de periodista. Estamos anegados entre los que llevan “la alcachofa” como arma de combate informativo y se la meten por el morro al golfo de turno, y los del periodismo de tendencia para quienes la diferencia entre Agamenón, su porquero y la verdad carece de secretos.
‘No’, una película
La confusión entre cultura e industria cultural ha convertido las secciones culturales de los medios de comunicación en un lío que resuelven de un plumazo las agencias de publicidad y promoción. Fíjense que, de un tiempo a esta parte, los que discuten sobre “la cultura” –expresión tan genérica como un cajón de sastre– suelen ser gentes que viven de lo que crean los demás. Son administradores e intermediarios de la cultura. Ninguno de ellos va más allá de lo que marca su contrato, sus presupuestos o su astucia mediática.
Ni miedo, ni respeto
Primero fue el miedo. Hubo un día en que nos perdieron el miedo. Es difícil de precisar, pero ocurrió, aunque ahora nos quede muy lejos. Ya antes de la transición había aparecido el miedo. En abril de 1974, cuando la revolución de los claveles en Portugal, aquel insólito golpe militar democrático que derribaba una dictadura, generó un pánico extremo. El poder tenía miedo. Mantengo muy viva en mi memoria la imagen de un policía de la PIDE –los criminales de Estado– con las manos sobre la cabeza y los pantalones en los tobillos, rodeado de gentes que le escupían. No LEER MÁS
Retrato de Rajoy al carboncillo
Las mandíbulas son importantes para la representación del poder. El prognatismo de los Austrias; les gustaba que se notara en los retratos. Mussolini la exhibía. Francis Ford Coppola se quedó admirado cuando Marlon Brando propuso reforzar la mandíbula metiendo algodones para que El padrino tuviera la fuerza exigida. Es verdad que hay políticos que sólo tienen mandíbula, pero eso también sucede a veces con algunos boxeadores; les sirve para encajar golpes y disimular su inanidad. Fíjense en la mandíbula de Mariano Rajoy; la barba la refuerza. No ríe, sólo hace un gesto; como si pretendiera contraer la mandíbula.
Las heridas de Norman Bethune
Mientras los pacientes no encabecen las manifestaciones por una sanidad pública, esta será otra batalla perdida. La derrota de lo público no es la victoria de la empresa privada sino nuestro fracaso. No lo hicimos bien. En algunos casos, incluso rematadamente mal, y aquello que se había ido construyendo en los servicios públicos –con esfuerzos ingentes– acabó corrompiéndose, cuando no desmoronándose. Hemos ido perdiendo posiciones, una tras otra, y ahora estamos como en El Álamo, defendiendo un fuerte que ni siquiera es nuestro. Colaboramos en el suicidio de lo público. Algún día habrá que entrar en detalles de cómo nuestros LEER MÁS